Cronica

Cronica
En un nubloso 8 de Diciembre del 2006, después de un extenso viaje en busca de un paraíso de frutos fértiles y de árboles recién nacidos, caminando entre los exóticos ruidos de la selva, derepente oí un canto peculiar pero tácito. Cada paso me atraía más intriga en saber que era. Gritos volaban por el aire, sigilosamente trate de observar que estaba ocurriendo. Una imagen tan abstractacomo una tribu cazando fue mi gran pasa bocas a una entrada muy inesperada. La manera como los cazadores Mayas saltaba con gran emoción de un lado hacia otro, luchando por su más prodigioso alimentoel sudor escrupulosamente recorría todos sus cuerpos, corría como niños chiquitos recién liberados de una tarde de trabajo. Un instante después, llego otra tribu. Procariotamente y de un maneratotalmente persuasiva lograron acceder al otro lado de donde la primera multitud se hallaba cazando. Algo en ellos deducía que no eran tribu confiable, lo podía presenciar desde donde me encontraba,aproximadamente 20 metros, la manera como desconfianza se iba a convirtiendo en perdición, sus caras suplicaban por auxilio, verlos atemorizaba a cualquiera, por lo menos a mí sí. Pasaron 3 o 4 horas,cansado de hostigarlos cuidadosamente con el fin de que no me descubrieran, oía como uno de estos pulcros indígenas relataba una breve explicación a un inexperto joven. Con gestos cortantes y ligerosmovimientos del cuerpo, logre entender todo. Imprevistamente, distinguí el lugar donde nos encontrábamos, el agua se escuchaba como una dulce melodía de relajación, los extraordinarios ruidos de losanimales agitados por nuestra llegada eran un completo chiste. Sin embargo la tensión se sentía en el aire, el silencio era mi mayor preocupación. A continuación el jefe se metió con gran imprudencia a unade las chozas que hallo, agresivamente y de una forma muy informal, empezó a hablar su lengua nativa con un pobre niño tan inocente como una paloma. Rápidamente le fue explicando ubicaciones para...