Cronica


EL AMOR EN TIEMPOS DE MISERIA Y LOCURA

Se despereza. Bosteza. Se endereza. Se acomoda. Toma con ambas manos lo que yace junto a su cuerpo y se dispone a comenzar una de las actividades que conforman su rutina de todos los días. Abre el libro en la página que le ordena su señalador y que evidencia que ha leído sólo las primeras hojas. Vuelve a recostarse, pero, esta vez, utiliza los recursosque están a su alcance para adoptar una posición que le permite mantener la cabeza erguida. El libro está dispuesto ahora sobre su pecho. Ya nada le impide comenzar nuevamente a sumergirse en el mundo de las palabras.
No hablo de un hombre que se encuentra en la comodidad de su hogar. No se ha despertado de un plácido sueño en una noche calma. En la nueva postura no está abrazado por sábanas ytampoco sostienen su cabeza suaves almohadas. No, nada de eso. Estoy hablando de un hombre que, como todos los días, se despierta en el medio de la cuadra de Virrey del Pino, entre Moldes y Amenábar, cubierto con una frazada vieja y papeles de diario. Un hombre que se despereza como puede en el pavimento rígido y crudo de la vereda. Que aspira y suelta el aire todavía frío de las primeras mañanas deseptiembre cuando bosteza. Que cuando adopta la nueva postura corporal para poder llevar a cabo su acción, sostienen su cabeza los primeros escalones de un local de indumentaria. Un hombre que toma con ambas manos lo único que yace junto a su cuerpo —lo único que le pertenece. Su señalador es una hoja no muy seca de un árbol que evidencia que la primavera está por llegar. Se trata de un hombre queestá por comenzar no sólo una de las actividades que constituyen su práctica diaria, sino la más importante de todas.
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Las calles del barrio de Belgrano son, a menudo, ruidosas y muy transitadas. O por lo menos así se muestran las que se encuentran próximas a la Avenida Cabildo. Colectivos que frenan, autos que arrancan, bocinas de toda clase de vehículos, perros que ladran, personas quehablan entre sí, o por teléfono, o simplemente caminan… todo eso se combina en un entramado de sonidos, murmullo y ecos que hacen a la música de una linda fracción de la ciudad de Buenos Aires. Y son esas calles las que hospedan a nuestro hombre.
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Es sábado 5 de septiembre de 2015 a las 9:30 de la mañana y el barrio ya tiene vida. Muchas personas caminan por Virrey del Pino —la mayoría hacia ellado de Cabildo—, y gran parte de ellas repara en algo curioso, extraño, insólito, pocas veces —si no es que nunca— visto. Un vagabundo recostado sobre los escalones de un local de indumentaria que lee un libro. Sí, un libro, como el que podría encontrarse en cualquiera de las bibliotecas de las personas que se detienen unos pocos segundos a observar el fenómeno.
Y el fenómeno es un hombre deunos 45 años, aproximadamente, de estatura mediana y piel pegada a la carne. A pesar de su evidente falta de comodidad, se lo percibe hundido en un mundo en el que lo abrazan las más cálidas sensaciones. Su rostro nos convence de ello. Su actitud así lo asegura.
Pasa el tiempo y el hombre no ha cambiado de posición. Unas cuantas personas se han acercado, curiosas, con la aparente intención depreguntarle algo. Sin embargo, la mayoría parece no encontrar las palabras y continúa su camino. Solo unos pocos valientes se han animado a concretar sus deseos de abolir la incertidumbre. Qué es lo que lo mantiene tan absorto de la realidad, le cuestionan. En otras palabras: qué está leyendo. El hombre se limita a hacer un modesto movimiento con sus manos que expone la tapa del libro a los ojos de loscuriosos. Me atrevo a suponer que esa no es la pregunta de la que en realidad quieren obtener respuesta. Más allá de eso, me deprime no ser cómplice de ese develamiento: no alcanzo a verlo.
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Ya son las 12 del mediodía. El sol resquebraja las calles, las veredas, el local de indumentaria de nuestro hombre. Ha cerrado el libro y se ha incorporado, dispuesto a caminar. Comienza a dar los...