Crítica "Muerte En Venecia"

Muerte, belleza y amor en Venecia

La muerte aborda cada rincón de la Plaza de San Marcos. No es agua lo que corre por los canales de Venecia, es ponzoña, como si de una bacteria marchando por nuestras venas se tratara. Se siente la inundación en el interior de nuestros cuerpos hasta que nos ahogamos y el agua brota por todos nuestros poros. Nos deshacemos, Venecia se deshace. Cada góndola,cada iglesia, cada teatro, y parafraseando a Manrique; cada vida, es un río que va a dar en la mar, que es el morir. Así es como el Adriático engulle a su perla y todo lo que una vez perteneció a ella. Todo lo que un día fue bello, ahora está corrompido. Y sin embargo, el artista no encontrará jamás nada más bello que esta estampa de destrucción.

La muerte en Venecia es la búsqueda de la belleza.No sólo la búsqueda que lleva a cabo el protagonista de la cinta, también la del director (Luchino Visconti) y la nuestra propia. La fotografía, la banda sonora, la escenografía, las interpretaciones, están cuidadas al milímetro y rozan la perfección, por no decir que la alcanzan. Incluso la historia de amor es tan pulcra que permanece intacta, pura, platónica, sin concesiones a lo sexual ocarnal. Y no nos hace falta más, porque sabemos lo que el joven Tadzio (Björn Andrésen) representa para el señor Gustav Von Aschenbach (Dirk Bogarde), el ideal, la inspiración, la Beatrice para Dante, la Misia Sert para la Belle Epoque, el Verlaine para Rimbaud, la Christine para El fantasma de la ópera, la cúspide de la belleza que todo artista anhela encontrar. También aborda los temas de muerte,decadencia y vejez, que nos deja frases tan memorables como estas:

“Recuerdo que teníamos uno de estos en casa de mi padre (refiriéndose a un reloj de arena). La apertura por la que la arena se desliza es tan pequeña que al principio parece que el nivel en el cristal de arriba nunca cambia. Sólo nos percatamos de que la arena ha caído al final… y hasta que lo hace, no vale la pena pensarlo…hasta el último momento, cuando ya no hay más tiempo, cuando ya no queda tiempo para pensar en ello.”

Dice el barbero: “Usted sabe, señor, somos tan viejos como nos sentimos, pero no más que eso. Usted, por ejemplo, tiene derecho a su color natural. Si se me permite, voy a devolverle lo que es suyo. Déjemelo a mí. Y ahora, señor, puede enamorarse tan pronto como le plazca”

Aschenbach es uncompositor alemán con una severa visión del arte como algo que nace de la razón tras rigurosa artesanía en vez de espontaneidad y sentimiento, como un producto ajeno al hombre y a la vida, y por tanto foráneo al caos, a la inmoralidad y al sufrimiento, toda esa idiosincrasia sin la que el ser humano no sería humano. Debido a esto, su obra fracasa estrepitosamente hundiéndole en el pozo que él mismo hacavado. Su corazón comienza a enfermar y para huir de su mala fortuna, estrés y depresión, decide escaparse a Venecia.

Este viaje tambaleará los cimientos de su vida al encontrarse Gustav en la situación de ser un hombre heterosexual y casado en su etapa adulta más avanzada que se enamora perdidamente no sólo de otro hombre, sino de uno que sólo tiene trece años de edad. A esto hay que sumarlela época en la que se desarrolla la película, inicios del siglo XX. Así, aunque al principio intenta no admitir lo que le ocurre (justo igual que la propia ciudad que no acepta estar infectada de cólera) y reprimir sus emociones con todo su ímpetu, gracias a Nietzsche sabemos que cada uno de nosotros somos el fruto del juego dialéctico de dos impulsos. Así, el Dionisio dormido que habita en Gustavemerge con cada mirada de las profundidades de su ser para asesinar al tan estricto ordenado y racionalizado Apolo. Es de esta manera, como Gustav debe retractarse y admitir que la belleza se encuentra en aquello que más sentimos, que no podemos explicar y que verdaderamente nos llega al corazón por muy inmoral, inhibido y demonizado que nos haya impuesto la sociedad que debe ser. Gustav, como...