CT Y redistribucion
Existía o existe en Puebla un manicomio maltrecho y medio olvidado en el que sin remedio mezclan su lucidez y sus delirios varias decenas demujeres.
Estuve ahí alguna vez cerca de la Navidad porque mi madre organizaba una posada con el ánimo de consolar el insaciable desconsuelo de aquel sitio, y no sé con qué resultados.
Durante un tiempomi hermana heredó la misión visitadora de mi madre. Trató en aquel abismo con mujeres desquiciadas por la pobreza o la falta del medicamento necesario en el momento preciso, lo mismo que con jóvenesque al caer en la cárcel por drogadictas eran llevadas ahí, puestas en abstinencia y conducidas al pavoroso túnel de la conciencia plena en mitad de un mundo regido por el disparate.
Nunca supe lacausa, pero supongo que un mecanismo de autodefensa hizo que Verónica espaciara sus visitas al manicomio de San Cosme. Hay tanta locura por atestiguar en el mundo de afuera que acabamos acudiendo a ellaantes que a la recluida en la desdicha de estar catalogada como tal.
De las tardes que pasó entre aquellas mujeres dedicadas en sus ratos de paz a bordar o hacer collares, mi hermana obtuvo un tesoroy me lo regaló.
Es un pequeño pedazo de tela color marfil, en el que una supuesta loca bordó, con el pulso firme y el punto atrás perfecto: "No arruines el presente lamentándote por el pasado nipreocupándote por el futuro".
Sin buscar el perdón de quienes encerraron a esa mujer, yo colgué su sentencia en el sitio más visible de mi casa y acudo a ella cada vez que lo creo necesario o la dejoentrometerse en mi camino cada vez que el azar me la coloca enfrente. Pocas voces me remiten tanto a la cordura. Aunque a fuerza de proponerme oírla, he comprendido que una persona capaz de viviratenida a esa sentencia pueda cometer muchas locuras.
¿Por qué moverse de una cama tibia, si a uno no le preocupa el futuro? ¿Por qué llegar puntual a los lugares? ¿Por qué la prisa? ¨Por qué andar...
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