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LA ÚLTIMA NOCHE
EN LOS ÁNGELES
Traducción de Claudia Conde
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Título original: LastNight at Chateau Marmont
© Lauren Weisberger, 2010
© por la traducción, Claudia Conde, 2011
© Editorial Planeta, S. A., 2011
Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (España)
Primera edición: mayo de 2011
Depósito Legal: B.13.622-2011
ISBN 978-84-08-10204-5
ISBN 978-0-00-731100-2, Harper Collins Publishers, Londres, 2010
Composición: Fotocomposición gama, sl
Impresión y encuadernación: CAYFOSA(Impresia Ibérica)
El papel utilizado para la impresión de este libro es cien por cien libre de cloro y está
calificado como papel ecológico
1
El hombre del piano
Cuando por fin el tren entró chirriando en la estación de metro de
Franklin Street, Brooke tenía tanta ansiedad que estaba a punto de vomitar. Consultó el reloj por décima vez en otros tantos minutos e intentó convencerse deque no era el fin del mundo; Nola, su mejor
amiga, iba a perdonarla, ¡tenía que hacerlo!, aunque su retraso fuera
inexcusable. Se abrió paso hacia la salida entre la muchedumbre de
viajeros de hora punta, conteniendo instintivamente la respiración
entre tantos cuerpos ajenos, y se dejó empujar en dirección a la escalera. Moviéndose ya en modo automático, Brooke y sus compañeros
de viaje sacarona la vez los móviles de sus respectivos bolsos y chaquetas, se colocaron silenciosamente en línea recta y, como zombis,
empezaron a subir en militar coreografía por el lado derecho de la
escalera de hormigón, mientras miraban fijamente la pantalla diminuta sobre la palma de la mano.
—¡Mierda! —oyó que exclamaba una señora con sobrepeso, más
adelante en la fila, y en seguida supo por qué. Lalluvia la golpeó con
fuerza y sin previo aviso, nada más coronar la escalera. Lo que apenas
veinte minutos antes había sido una tarde de marzo un poco fría pero
decente, se había convertido en un infierno helado y borrascoso, con
un viento que imprimía a la lluvia la fuerza de un látigo y volvía de
todo punto imposible el propósito de no mojarse.
—¡Maldición! —añadió ella a la cacofonía deexabruptos que lanzaban los transeúntes a su alrededor, mientras se esforzaban por sacar los paraguas de los maletines o cubrirse la cabeza con periódicos.
8
Lauren Weisberger
Como después del trabajo había pasado por su casa para cambiarse,
Brooke no tenía nada más que un bolsito de mano plateado (monísimo, eso sí) para protegerse del diluvio. «¡Adiós peinado! —pensó, mientras echaba acorrer para cubrir las tres manzanas que la separaban
del restaurante—. ¡Cuánto te voy a echar de menos, maquillaje! ¡Ha
sido un placer haberos conocido, preciosas botas nuevas de ante que
os comisteis la mitad de mi salario semanal!»
Estaba completamente empapada cuando llegó a Sotto, el pequeño restaurante de barrio sin mayores pretensiones donde Nola y ella
se encontraban dos o tres vecesal mes. La pasta no era la mejor de la
ciudad (probablemente ni siquiera era la mejor de la manzana) y el
local no tenía nada de particular, pero Sotto tenía otros atractivos
bastante más importantes: jarras de vino a un precio razonable, un
tiramisú sublime y un jefe de sala italiano de buena planta, que sólo
porque Brooke y Nola eran antiguas clientas les reservaba siempre la
mesa más...
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