Cuando Comer Es Un Infierno
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Cuando comer es un infierno
Título: Cuando comer es un infierno
© 2002, Laura Espido Freiré
© Santularia Ediciones Generales, S.L.
© De esta edición: marzo 2003, Suma de Letras, S.L.
Barquillo, 21. 28004 Madrid (España) www.puntodelectura.com
ISBN: 84-663-1048-7 Depósito legal: M-2.868-2003 Impreso en España - Printed in Spain
Cubierta:Gráfica
Fotografía de cubierta: Christofer Owe
Diseño de colección: Ignacio Ballesteros
Impreso por Mateu Cromo, S.A.
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético,electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.
ESPIDO FREIRÉ
Cuando comer es un infierno
Confesiones de una bulímica
A mis padres, con todo mi cariño y agradecimiento.
«Es muy difícil jugar a ser princesa con un paño ensangrentado entre las piernas».
simone de beauvoir, El segundo sexo.
índice
Introducción.Tengo bulimia 13
Gloria 23
Los antecedentes. Tengo un problema 25
La enfermedad. Tengo hambre 49
El infierno. Tengo miedo 85
El tratamiento. Tengo solución 129
La vida tras la bulimia. Tengo futuro 153
Otras visiones del infierno .157
Linda ..159
María 173
Cecilia 187
¿Dónde se meten? 195
La vergüenza 197
Páginas web pro anorexia. Tengo voz 213
Conclusión. Modelos paravivir 233
Dónde pedir ayuda 243
Bibliografía .. 249
Agradecimientos .253
Introducción Tengo bulimia
Pienso en las mujeres de siglos pasados que ingerían vinagre para cultivar su palidez y sus ojeras, en las que se daban fricciones con mercurio, o las que se depilaban la mitad de la trente para alargar de manera interesante sus facciones y mostrar la delicada curva del cráneo.Pienso en las deformidades y dolores que causaban los corsés, en la falta de oxígeno y en la pesadez de arrastrar un miriñaque. Pienso en los pies vendados de las mujeres chinas, en los collares que alargan y descoyuntan el cuello y en los tatuajes rituales de algunas tribus africanas. Pienso en las grandes bellezas de la historia, y en cómo siempre existía algo que las convertía en mujerespeculiares, fuera su inteligencia, su ambición o su destino trágico. Pienso en las barbaridades cometidas en nombre de la belleza, la virginidad o el papel de la mujer, y ninguna me parece más extrema, más dolorosa y grave que la actual obsesión por la delgadez y la juventud.
Las consecuencias son terribles: operaciones estéticas, no siempre con los resultados esperados
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y nunca eternas,enfermedades mentales, trastornos alimenticios que alteran la vida normal de los pacientes y pueden conducir a la muerte, insatisfacción, infelicidad, expectativas no cumplidas. Un número inmenso de mujeres, y un sector creciente de hombres atrapados en una carrera contra el tiempo y contra el peso, una negación continua de lo que son, por constitución y hábito, y de lo que serán, por experiencia ycapacidad de sobrevivir.
Pocas de estas circunstancias se condenan adecuadamente. Ninguna de ellas se impide de modo efectivo. No se cuenta con el apoyo decidido de los gobiernos, ni con enmiendas de las empresas implicadas. La insatisfacción genera consumo, la inseguridad ha sido una tara propia de mujeres, inculcada cuidadosamente en ellas por los hombres y las demandas de una sociedadinmovilista. La insatisfacción, y su hermana gemela el ansia de perfección, matan. Nadie alerta de ello.
Ni siquiera una plaga contemporánea, como son los trastornos alimenticios, ha despertado más que tibios procedimientos, reacciones insuficientes que no hubieran llegado a nada sin la constancia de las enfermas y de sus familiares: la regulación de las tallas, o la hospitalización forzada de...
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