Cuando Dios se hace demonio

Dios, el gran perdedor
“¿Dónde está Dios?” Fue el primer clamor en la reflexión que un hermano salesiano norteamericano compartía a la comunidad el mismo día de la hecatombe en New York. Y es la misma pregunta lanzada cuando somos tocados por el misterio del sufrimiento y, más aún, del sufrimiento injusto. Ante el terrorismo y la guerra, acontecimientos tan viejos y tan actuales no hay palabrateológica justificadora, pero sí la actitud de crítica y de rechazo.
Dios ha sido en nuestro escenario internacional el nombre más blasfemado y sigue siendo el invocado justificando, hoy en día, la muerte y la violencia. ¿Qué decir desde la fe cristiana con el nombre de Dios profanado? ¿Cómo leer estos últimos acontecimientos internacionales?
1. Palabra creyente de protesta
La guerra no tienedesde el punto de vista teológico ninguna razón de ser; sí la tiene, en cambio la protesta teológicamente fundada en el juicio de Dios contra esos crímenes cualquiera que sea el pueblo que los realice.
El sumo pontífice ha sido en nuestro tiempo un gran impulsor de la paz internacional y desde su testimonio somos impelidos a romper el silencio y no continuar siendo confundidos en la masa. No setrata sólo de tener coraje sino lograr superar esa mentalidad llamada ‘agustinismo político’ que tiende a valorar solo el carácter privado de la fe. Tiene una visión deformada de la fe quien la considera como un asunto íntimo y privado que sólo tiene que ver con la salvación del alma y con la paz interior de la conciencia pero no con la política. Con esta mentalidad hemos sido y continuaremossiendo cristianos “culpables” por nuestro silencio. El evangelio de Cristo, que estamos llamados a proclamar, no trata de una persona privada, sino que es una proclamación pública. La salvación de Cristo no es una salvación privada, sino la salvación del mundo. Cierto, la fe cristiana es un convencimiento personal, sí; pero no es un asunto privado, sino un testimonio público de la justicia y la paz deDios en este mundo violento.
El rancio laicicismo vivido en México ha alimentado la separación radical entre religión y política. De ahí la afirmación, hace años de alguno de nuestros políticos: “la iglesia debe ser apolítica y la política debe ser arreligiosa”. Pero lo cierto es que ningún silencio ante lo político es neutro. Callar es colaborar siempre con el poder establecido y quizárepresente el precio a pagar por mantener una privilegiada situación. Por fidelidad al evangelio no podemos callar la dimensión política del evangelio y que está presentado en el Sermón de la montaña. Como dice J. B. Metz: “La Iglesia es una instancia de libertad crítica frente a la sociedad, porque, a fin de cuentas, toda iglesia que apele a Cristo debe recordar que Cristo no fue inmolado por un sacerdotesobre un altar y entre dos candelabros sino que fue crucificado por el poder romano de ocupación sobre el Gólgota, ‘fuera de la ciudad’ y entre dos combatientes judíos por la libertad”
2. La cultura internacional de las armas
Pero lo que ahora contemplamos por los medios de comunicación social es el desenlace de algo presente desde tanto tiempo atrás. Lo de ahora es el fruto de lo sembrado conanterioridad. La carrera armamentista cada vez más sofisticada y en general los avances científicos y tecnológicos se han movido con velocidad supersónica y el espíritu del hombre parece seguir avanzando “a pie”, a remolque. Como proféticamente señalaba Albert Einstein: “El poder que desencadena el átomo lo ha cambiado todo, excepto mi manera de pensar. Pero tenemos necesidad de un pensamientosustancialmente nuevo, si queremos que la humanidad sobreviva”.
Todos sabemos que la carrera armantista del hemisferio norte la pagan los pueblos del Tercer Mundo, cada vez más empobrecidos y endeudados y si no hay desarme en el Norte no habrá justicia en el Sur; y viceversa: sólo a base de un verdadero desarrollo en el Sur llegaremos al desarme y a la paz. El conflicto económico Norte-Sur es una...