Cuando Habla La Coca
( 1872 - 1966 )
Como habla la coca
Me había dado a la coca. No sé si al peor o al mejor de los vicios. Ni sé tampoco si por atavismo o curiosidad, o por esa condición fatal de nuestra naturaleza de tener siempre algo de qué dolerse o avergonzarse. Y, mirándolo bien, un vicio, inútil para mí; vicio de idiota, de rumiante, en que la boca del chacchador acaba porsemejarse a la espumosa y buzónica del sapo, y en que el hombre parece recobrar su ancestral parentesco con la bestia.
Durante el día la labor del papel sellado me absorbía por completo la voluntad. Todo eran decretos, autos y sentencias. Vivía sumergido en un mar de considerandos legales; filtrando el espíritu de la ley en la retorta del pensamiento; dándole pellizcos, con escrupulosidad de asceta,a los resobados y elásticos artículos de los códigos, para tapar con ellos el hueco de una débil razón; acallando la voz de los hondos y humanos sentimientos; poniendo debajo de la letra inexorable de la ley todo el humano espíritu de justicia de que me sentía capaz, aunque temeroso del dogal disciplinario, y secando, por otra parte, la fuente de mis inspiraciones con la esponja de la rutinajudicial.
Bajo el peso de este fardo de responsabilidades, el vicio, como el murciélago, sólo se desprendía de las grietas de mi voluntad y echábase a volar a la hora del crepúsculo. Era entonces cuando a la esclavitud razonable sucedía la esclavitud envilecedora. Comenzaba por sentir sed de algo, una sed ficticia, angustiosa. Daba veinte vueltas por las habitaciones, sin objeto, como las que dael perro antes de acostarse. Tomaba un periódico y lo dejaba inmediatamente. Me levantaba y me sentaba en seguida. Y el reloj, con su palpitar isócrono, parecía decirme: chac… chac… chac… chac… chac…chac… Y la boca comenzaba a hacérseme agua.
Un día intenté rebelarme. ¿Para qué es uno hombre sino para rebelarse? “Hoy no habrá coca —me dije—. Basta ya de esta porquería que me corrompe elaliento y deja en mi alma pasividades de indio”. Y poniéndome el sombrero salí y me eché a andar por esas lóbregas calles como un noctámbulo.
Pero el vicio, que en las cosas del hombre sabe más que el hombre, al verme salir, hipócrita, socarrón, sonrió de esa fuga. ¿Y qué creen ustedes que hizo? Pues no me cerró el paso; no imploró el auxilio del deseo para que viniese a ayudarle a convencermede la necesidad de no romper con la ley respetable del hábito; no me despertó el recuerdo de las sensaciones experimentadas al lento chacchar de una cosa fresca y jugosa; ni siquiera me agitó el señuelo de una catipa evocadora del porvenir, en las que tantas veces había pensado. “Anda, —pareció decirme—, anda, que ya volverás más sometido que nunca”. Y comencé a andar, desorientado, rozándomeindiferente con los hombres y las cosas, devorando cuadras y cuadras, saltando acequias, desafiando el furioso tartamudeo de los perros, lleno de rabia sorda contra mí mismo y procurando edificar, sobre la base de una rebeldía, el baluarte de una resolución inquebrantable.
Y, cuando más libre parecía sentirme de la horrible sugestión, una fuerza venida de no sé donde, imperiosa, irresistible, mehizo volver sobre mis pasos, al mismo tiempo que una voz tenue, musitante, comenzó a vaciar sobre la fragua de mis protestas, un chorro inagotable de razonamientos, interrogándose y respondiéndoselo todo.
—¿Has caminado mucho? ¿Te sientes fatigado? ¿Sí? ¿No hay nada como una chaccha para la fatiga; nada. La coca hace recobrar las fuerzas exhaustas, devuelve en un instante lo que el trabajose ha robado en un día. Di la verdad, ¿no quisieras hacer una chacchita, una ligera chacchita?.. Parece que mi pregunta no te ha disgustado. Pero para eso es indispensable sentarse, y en la calle esto no sería posible. El cargo y el traje te lo impiden. Si estuvieras de poncho… ¿Qué? ¿No quieres volver a tu casa todavía? ¡Una tontería! Porque para lo que hay que ver lo tienes ya visto, y lo que...
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