Cuaresma
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Cuaresma 2013
Autor: S.S. Francisco
A los sacerdotes, consagrados y laicos de la Arquidiócesis.
Rasguen su corazón y no sus vestidos;
vuelvan ahora al Señor su Dios,
porque Él es compasivo y clemente,
lento para la ira, rico en misericordia…
Poco a poco nos acostumbramos a oír y a ver, a través de los medios decomunicación, la crónica negra de la
sociedad contemporánea, presentada casi con un perverso regocijo, y también nos acostumbramos a tocarla y a
sentirla a nuestro alrededor y en nuestra propia carne. El drama está en la calle, en el barrio, en nuestra casa y, por qué
no, en nuestro corazón. Convivimos con la violencia que mata, que destruye familias, aviva guerras y conflictos en
tantos países delmundo. Convivimos con la envidia, el odio, la calumnia, la mundanidad en nuestro corazón. El
sufrimiento de inocentes y pacíficos no deja de abofetearnos; el desprecio a los derechos de las personas y de los
pueblos más frágiles no nos son tan lejanos; el imperio del dinero con sus demoníacos efectos como la droga, la
corrupción, la trata de personas - incluso de niños - junto con la miseriamaterial y moral son moneda corriente. La
destrucción del trabajo digno, las emigraciones dolorosas y la falta de futuro se unen también a esta sinfonía. Nuestros
errores y pecados como Iglesia tampoco quedan fuera de este gran panorama. Los egoísmos más personales
justificados, y no por ello más pequeños, la falta de valores éticos dentro de una sociedad que hace metástasis en las
familias, enla convivencia de los barrios, pueblos y ciudades, nos hablan de nuestra limitación, de nuestra debilidad y
de nuestra incapacidad para poder transformar esta lista innumerable de realidades destructoras.
La trampa de la impotencia nos lleva a pensar: ¿Tiene sentido tratar de cambiar todo esto? ¿Podemos hacer algo
frente a esta situación? ¿Vale la pena intentarlo si el mundo sigue su danzacarnavalesca disfrazando todo por un rato?
Sin embargo, cuando se cae la máscara, aparece la verdad y, aunque para muchos suene anacrónico decirlo, vuelve a
aparecer el pecado, que hiere nuestra carne con toda su fuerza destructora torciendo los destinos del mundo y de la
historia.
La Cuaresma se nos presenta como grito de verdad y de esperanza cierta que nos viene a responder que sí, que esposible no maquillarnos y dibujar sonrisas de plástico como si nada pasara. Sí, es posible que todo sea nuevo y distinto
porque Dios sigue siendo “rico en bondad y misericordia, siempre dispuesto a perdonar” y nos anima a empezar una y
otra vez. Hoy nuevamente somos invitados a emprender un camino pascual hacia la Vida, camino que incluye la cruz y
la renuncia; que será incómodo pero no estéril.Somos invitados a reconocer que algo no va bien en nosotros mismos,
en la sociedad o en la Iglesia, a cambiar, a dar un viraje, a convertirnos.
En este día, son fuertes y desafiantes las palabras del profeta Joel: Rasguen el corazón, no los vestidos: conviértanse
al Señor su Dios. Son una invitación a todo pueblo, nadie está excluido.
Rasguen el corazón y no los vestidos de una penitenciaartificial sin garantías de futuro.
Rasguen el corazón y no los vestidos de un ayuno formal y de cumplimiento que nos sigue manteniendo satisfechos.
Rasguen el corazón y no los vestidos de una oración superficial y egoísta que no llega a las entrañas de la propia vida
para dejarla tocar por Dios.
Rasguen los corazones para decir con el salmista: “hemos pecado”. “La herida del alma es el pecado: ¡Ohpobre
herido, reconoce a tu Médico! Muéstrale las llagas de tus culpas. Y puesto que a Él no se le esconden nuestros
secretos pensamientos, hazle sentir el gemido de tu corazón. Muévele a compasión con tus lágrimas, con tu insistencia,
¡importúnale! Que oiga tus suspiros, que tu dolor llegue hasta Él de modo que, al fin, pueda decirte: El Señor ha
perdonado tu pecado”. (San Gregorio Magno)...
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