Cuento Contemporaneo
El no dormir por culpa de la presión de las calificaciones de fin de año me había estado afectando sin dudaalguna.
Sólo hice lo de siempre: salí del campus, abrí el paraguas, tomé el autobus y saqué los audífonos.
Al parecer iba a ser un largo camino, porquedebido a la lluvia hubieron muchos accidentes en la carretera. El tráfico era insoportable.
De un segundo a otro me había ido a otro mundo, estabacompletamente dormida. Debieron de pasar unos cinco minutos, pues íbamos en el puente de San Ignacio, a las afueras del centro.
De pronto desperté degolpe. ¿Chocamos a algo? Una angustia me entró, quedé congelada y no me atrevía a mirar hacía afuera. Pero la curiosidad mató al gato...
Por afuera dela parte delantera, había un poco de gente reunida viendo que había pasado. Había muerto alguien, eso es seguro, y logré ver los zapatos de charol queusaba.
Un tipo muy pálido subió, entró sacudiéndose la cantidad de agua que había sobre su cuerpo.
Me extrañó el hecho de que a pesar de que nohubiesen más de tres personas en el autobus, haya decidido sentarse junto a mí.
Sólo miré la ventana, no quería sentirme más incómoda de lo que yaestaba al tener que mirarlo desapercibidamente. Unos minutos más tarde lo noté por el reflejo...
Al girar mi cabeza hacia la izquierda, el susto seapoderó de mí.
El tipo estaba mirándome con una expresión de tristeza y confusión.
El piso estaba con sangre... andaba usando unos zapatos de charol.
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