Cuento corto infantil
Cuenta la historia que un viajero, en una de sus vueltas por el mundo, llegó a una tierra que de entrada, nomás, llamó su atención por la belleza de losarroyitos que cruzaban los campos refrescando los sembrados y calmando la sed de los bichitos y animales del campo. Habiendo caminado ya un rato, se encontró con las casitas del pueblo, sencillas ycoloridas, y con sus puertas de par en par. No podía creerlo. ¡Él venía de un lugar tan distinto ...
Se fue acercando y su sorpresa fue aún mayor cuando tres hermanitos salieron a recibirlo y lollevaron de la mano hasta el interior de la casa en que vivían. La mamá y el papá de los nenes lo invitaron a quedarse con ellos unos días. Y él aceptó porque era muy agradable estar ahí.
Fueron pasandolos días. El viajero aprendió muchas de las cosas que se hacían en esa casa: hornear el pan, trabajar la tierra, ordeñar las vacas y levantarse tempranito para aprovechar bien el día. Los chicos leenseñaron juegos que él no conocía y cuando iban a sacar agua del pozo entonaban un canto muy hermoso que él luego, aunque lo intentaba una y otra vez, no podía cantar estando solo.
Nuestro viajero fueaprendiendo y compartiendo muchas de las costumbres de esta familia, pero había una de la cual él no podía descubrir el significado.
Cada día, y algunos días en varias ocasiones, el papá, la mamá ycada uno de los hermanitos se acercaban a una mesita en un rincón del comedor donde habían colocado las figuras de madera de José y de María, un burrito marrón y una vaca con su ternero. Y despacito,dejaban una pajita en una especie de cajoncito, que había vacío, justo entre José y María.
Con el correr de los días, el montoncito de pajas iba aumentando y se iba haciendo más mullido y esponjoso.El viajero miraba con atención y asombro ese gesto cotidiano que escondía para él un misterio especial.
Y nunca se atrevía a preguntar, por temor que se rompiera el encanto que lo envolvía. Quizá...
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