cuento corto
aceptándolo con tristeza, y no contesté. Oculté un íntimo dolor,
aunque ella debió de notarlo, pues desvié un momento mis ojos de
lossuyos, yo, que siempre la miraba de frente; pero como persistí en
un completo mutismo, ella se sintió obligada a explicarme su huida.
Así dijo que se había cansado de mis escasas palabrascarentes de
expresiones bellas, de mis silencios cuando sus oídos necesitaban
declaraciones de amor, y también de mis gestos bruscos y un tanto
rudos al hacerle el amor, que se había acabado porsentir dañada
por la fuerza de mis arrebatos al amar; en fin, que no obtenía de mí
la delicadeza de un sentimiento sensible y suave, que no era
suficiente con el éxtasis violento, si no queanhelaba la ternura
quieta aun a costa de disminuir el placer. Pues bien, así sea, pensé,
pero seguí guardando silencio. Y ella, que deseaba oír de mí alguna
queja, alguna palabra de daño,algún ruego, una frase de dolido
amor despechado, seguía allí sin irse, explicándomelo todo una y
otra vez. Que si la abrazaba con gestos bruscos, que si la acariciaba
oprimiendo sus pechos y susmuslos con rudeza, que si mis besos
en su cuerpo dejaban marcas rojas y duraderas, que si movía y
giraba su cuerpo rodándolo por sobre el mío en un frenético baile de
acoplamientos violentos.En fin, que pedía una delicadeza, una
lentitud y suavidad de la que yo carecía, y que necesitaba de bellas
palabras que le contasen mi amor a su belleza. Yo seguía callado.
Por fin, trasdecirme que no era suficiente con que mis ojos me
traicionasen durante unos segundos para mostrar mi dolor y que
necesitaba escapar de mi rudo amor y buscar otro de bellos gestos y
hermosaspalabras, se fue casi a la carrera. Se fue, en efecto, y la
puerta, al cerrarse tras su marcha, sonó como un disparo directo a
mi pecho, pero no me moví, no salí corriendo tras ella, aunque la...
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