cuento de invierno
Mark Helprin
Traducción de
Aurora Echevarría
www.megustaleerebooks.com
PARA MI PADRE
Nadie conoce mejor la ciudad
He estado en otro mundo y he vuelto.
Escuchadme.
Prólogo
Una gran ciudad no es más que un retrato
de sí misma, y sin embargo, a la hora de
la verdad, su cúmulo de escenas e
imágenes forma parte de un proyecto
profundamente conmovedor.Nueva
York es insuperable como libro donde
leer este proyecto. Porque el mundo
entero ha volcado su corazón en la
ciudad junto a los Palisades y la ha
hecho mejor de como jamás tuvo
derecho a ser.
Pero ahora la ciudad está oculta,
como suele suceder, por la masa
blanqueada en cuyo interior descansa, y
pasa por nuestro lado a una velocidad
vertiginosa, crepitando como el viento
en labruma, fría al tacto, destellando y
desplegándose, rodando sobre sí misma
como el vapor que se eleva de un motor
o el algodón que se desprende de un
fardo.
Aunque
la
maraña
deslumbrantemente blanca de sonidos
incesantes prosigue implacable, la
cortina se rompe… y deja ver, en medio
de las nubes, un lago de aire límpido y
cristalino como un espejo, el profundo
ojo redondo de unhuracán blanco.
En el fondo de este lago yace la
ciudad. Desde nuestra elevada altura se
ve pequeña y lejana, pero en su interior
la actividad es evidente, ya que, si bien
no parece más grande que un escarabajo,
está viva. Ahora empezamos a
descender, y nuestra rápida e
inadvertida caída nos llevará a una vida
que florece en la quietud de otra época.
Mientras flotamos en un silencioabsoluto, hacia un marco que de nuevo
se descongela, nos hallamos frente a una
meseta revestida de los colores del
invierno. Son muy intensos, y nos invitan
a entrar.
I
La ciudad
Un caballo blanco se escapa
Un caballo blanco apareció una
tranquila madrugada de invierno en que
una ligera capa de nieve cubría
suavemente las calles y las brillantes
estrellas surcaban el cielo de laciudad
menos por el este, donde despuntaba el
alba en un torrente azul pálido. El aire
estaba en calma pero pronto se agitaría,
en cuanto el sol se elevara y los vientos
de Canadá llegaran embistiendo Hudson
abajo.
El caballo se había escapado del
pequeño establo de madera de su amo,
en Brooklyn. Trotaba solitario por la
calzada del puente de Williamsburg
poco antes del amanecer,mientras el
encargado de cobrar el portazgo dormía
junto a la estufa y numerosas estrellas
centelleaban aún sobre la ciudad. La
nieve recién caída amortiguaba el ruido
de los cascos del animal, que de vez en
cuando volvía la cabeza para ver si lo
seguían. Había entrado en calor por el
esfuerzo y respiraba acompasadamente
tras haber corrido cuatro o cinco millas
a través de la quietud deBrooklyn,
dejando atrás iglesias silenciosas y
tiendas cerradas. Hacia el sur, en las
aguas negras y cuajadas de hielo de los
Narrows, una luz brillante señalaba el
ferry que avanzaba hacia Manhattan,
donde solo los hombres que trabajaban
en los mercados estaban levantados,
esperando a que los barcos pesqueros se
deslizaran a través de la Hell Gate y de
la noche.
El caballo estaba loco,pero aun así
era capaz de preocuparse por lo que
había hecho. Sabía que su amo y su ama
no tardarían en levantarse y encender el
fuego. Arrojarían por la puerta de la
cocina al gato, que, profundamente
humillado, volaría de espaldas hasta
caer en un montón de serrín cubierto de
nieve. El olor a arándano y a masa
caliente se mezclaría con el del fuego de
leña de pino, y poco después suamo
cruzaría a zancadas el patio hasta el
establo para darle de comer y
engancharlo al carro de la leche. Pero
no lo encontraría.
Era una buena broma, un desafío que
le aceleraba el pulso a causa del terror,
porque estaba seguro de que su amo no
tardaría en salir en su busca. Aunque era
consciente de que podía caerle una
dolorosa paliza, intuía que la mitad de
las veces al amo le...
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