Cuento de mi tierra
Una noche de frío, mi padre Laureano, apoltronado en su sillón favorito de la sala, pasando la mano lenta y repetidamente sobre la gruesa ruana que tenía puesta, dijo envoz relajada: este frío me hace acordar de una historia que contaban los amigos de mi padre, en una noche como hoy en San Lorenzo. Siéntense, siéntense, se las voy a contar, pero apaguen las luces ydejen solamente encendida la luz del portal. Luego de que todos nos sentamos amontonados junto a él, después de apagar las luces, empezamos a sentir un abrigo muy agradable, enfundados en nuestrasmullidas ropas; a sentirnos muy cercanos, entre familia, aunque no todos lo éramos. Frunció el ceño, levantó su mano lentamente, aspiró su cigarrillo Pielroja, botó el humo poco a poco mirando hacia eltecho. Luego bajó la mirada y empezó:
Una noche de intenso frío, muy oscura, iban Pedro y Manuel por la calle solitaria, la empedrada calle central. Acababan de salir del rancho de doña Rosa, laseptuagenaria mujer que desde hace treinta años vende su famoso café con empanadas de queso y que después de las siete de la noche acomoda sus mesas para los que quieren cerveza. Habían ido aayudarle a la vieja a arreglar su gallinero. Manuel traía de vuelta en el bolsillo de su chaqueta, su martillo y unos cuantos clavos. A pesar del frío, no espuelaban sus caballos para acelerar el paso, nohabía prisa, el tiempo era infinito.
No tomamos mucho, dijo uno y asintió el otro. Solo cinco cervezas cada uno, dijo Manuel, si repuso el otro, y estamos tranquilos. Avanzaban muy lentamente porla calle, se escuchaban los golpes de los cascos sobre las piedras, TAC, TAC, TAC, TAC.
Demasiado tranquilos dijo Manuel, cuando levantaba la esquina de su ruana sobre el hombro derecho. Yprosigue, los sembrados están bien, los hijos van bien, las viejas siempre cantaletudas, pero mantienen bien el hogar y cocinan… mmm. Si dijo Pedro, como solo ellas pueden. -Ah mi hermano, somos...
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