Cuento Del Cuento

Hay dos cosas que el consejo de ancianos del pueblo de Shin-Yuan sabe perfectamente. La primera es, que si una bruja aparece en las cercanías del pueblo es preciso eliminarla lo antes posible. La segunda es, que la mejor, si no es que la única, forma de eliminar a una bruja que aparece en las cercanías de un pueblo es contratando a un héroe vagabundo.

- ¡Señor Lan, señor Lan!- Un muchachillodescalzo, vestido solo con un par de pantalones polvorientos cruzó la calle a toda velocidad, gritando a todo lo que daban sus pulmones.
En una silla que se mecía en sus patas traseras, el anciano más respetable del pueblo esperaba pacientemente a que se asentara el polvo que daba vueltas en el aire estanco del mediodía o a que el pequeño recuperara el habla. Lo que sucediera primero.-Un…un…vaga…bundo…llegó…y está…yo lo vi…estaba en…allá en el otro…lado de…un vaga- y tenía que detenerse, con las manos sobre las rodillas, encorvado, tratando de jalar la mayor cantidad de aire a sus pulmones, con la sangre en las mejillas que iba y venía llevando más polvo que aire a sus cansadas piernas y de regreso al corazón agitado.
El anciano miró al Este. En algún lugar de ese horizonte veteado decerros y árboles estaba el pueblo vecino. Un vagabundo había llegado, con un poco de suerte, un héroe.
El chico completaba las noticias, haciendo grandes gestos con las manos, y señalando su espalda, abriendo los ojos lo más que le daban sus tupidas pestañas. Los labios se le cuarteaban cuando decía “enormes espadas brillantes” articulando cuidadosamente cada palabra; no fuera a ser que alanciano le quedara duda.
Una moneda dio vueltas en el aire, atrapada limpiamente por un par de manitas que desaparecieron en algún bolsillo de los pantalones. Con suerte uno que no tuviera agujero, y si lo tenía, la moneda debió rodar por algún lugar del camino que tomó, de nuevo corriendo a toda velocidad para seguir contando la noticia. El anciano entró con pasmosa tranquilidad a la casa, dedonde salió casi de inmediato una mujer poco menos anciana, que caminaba con paso poco menos lento.
Dos días después, entre el rápido chiquillo y el tranquilo anciano, ya habían enterado a todos y cada uno de los habitantes del pueblo sobre quién era aquél que miraba el escaparate de la tienda de la calle principal. Rodeada del tintineo de una molesta campanilla salió una mujer regordeta, consonrisa acartonada y ojos que parecían tomar medidas en automático. Una voz meliflua completaba un cuadro, invitándolo a pasar al interior de la tienda.
Desconfiado por naturaleza, el hombre se alejó caminando rítmicamente. Parecía andar al ritmo de alguna secreta melodía interior que le marcaba el paso, una que quizá en algún momento le hacía sonreír o llorar. Por el rabillo del ojo vio al viejode la silla balanceándose plácidamente sin quitarle los ojos de encima. Se detuvo y le regresó la mirada, con una media sonrisa afilada como extra. A sus espaldas oía cuchicheos y pequeñas risas de niños probablemente. Se arremolinaban entre los tablones de las casas inventando sabrá cuántas historias sobre él.
Se escuchó el sonido seco de las dos patas que regresaban al piso de madera. Elanciano se levantó y le lanzó una mirada al hombre para que lo siguiera al interior de la casa. Ahí se hallaba reunido el consejo en pleno, es decir, cuatro hombres, poco menos viejos que el otro, alrededor de una pequeña mesita de té con tazas humeantes. El forastero prefirió seguir de pié, aunque tomó agradecido la taza de té que le ofreció la pequeña mujer. Té, hace tanto que no tomaba unabuena taza.
Le ofrecieron una buena cantidad de dinero, comida y alojamiento, a cambio de que matara a una supuesta bruja que según, vivía en las afueras del pueblo. El hombre se había rascado la cabeza un rato y terminó preguntando porqué decían que era una bruja. Los ancianos se miraron unos a otros, viendo quién sería el que contestaría aquella extraña pregunta. La única respuesta que...