Cuento: El Camino a Casa

El camino a casa.

Era de noche. Ellas, acostadas en la cama. El ventilador giraba y una brisa entraba por la ventana haciendo mover las cortinas. La televisión encendida con el volumen bajo.

- ¿Escuchás el timbre?
Mmm, no importa, no le hagas caso.
Pero, ¿y si es tu marido? - preguntó un poco asustada.
No, me avisó que hoy tardaría.

Se escucharon pasos subiendo por las escaleras.Es Jorge, andá al armario, ¡apurate!

Una silueta salió de la cama, tropezó por todo lo que había en la habitación, agarrando de forma torpe sus cosas, intentó ser cuidadosa pero se golpeó el dedo meñique haciendo esas maniobras en medio de la oscuridad.

Hola, ¿estabas por dormir? - él preguntó.
Sí, fue un día largo en el trabajo. - Respondió ella, tratando de trasmitir a su cara elcansancio laboral que supuestamente tenía.

Él se dirigió hacia el armario, abrió la puerta, recogió una remera y un par de calcetines. Ella ya no podía disimular el asombro. - Quizás no la vio - pensó.

¿Vamos a cenar Natalia? – preguntó él.
No, no tengo mucha hambre, prefiero quedarme en la cama. - Le respondió con naturalidad.

Cerró la puerta con suavidad y ella se quedó quieta como pluma deestatua en la cama, esperó el momento indicado para hacer algo al respecto.

Apoyando su cabeza por la puerta desde afuera, esperó escuchar algo, él sabía que algo raro estaba pasando.

Laura, ¡tenés que salir de ahí ahora! - Exclamó

Jorge, al escuchar que su señora le habló a una tal Laura, no hizo más que bajar por las escaleras, cenar y hacer como si nada hubiese pasado.

Ellos sehabían conocido en un restaurante al mediodía. Ella pidió un un jugo de naranja y él uno de durazno. El mozo intercambió por error los sabores.

Hola, ¿te gusta el jugo de naranja? - Preguntó Jorge.
Sí, me trajeron de durazno y soy alérgica - Respondió tapándose la boca.
¿Cambiamos el jugo entonces?
Sería genial.

Cuando él llegó a su casa, sintió que se olvidó de algo. La imagen de ella,seguía en su retina. Ese cabello largo que se enredaba con el viento, esas manos con dedos finos y largos como espaguetis; esos ojos grandes y claros como almendras, no fueron fáciles de olvidar.

Al rato sonó un celular, él se quedó pensando y tratando de reconocer de dónde salía ese sonido. Era el teléfono de su papá.

¿Hola?
Jorge, soy la chica que conociste en el almuerzo. Tengo tu celular. Teolvidaste en el restaurante.

Y fue a partir de allí que ellos ya no se dejaron de hablar, fueron amigos mucho tiempo, hasta que él le propuso matrimonio. Como no pudieron tener hijos, entonces entre un par de gatos y la vida laboral rutinaria lograron seguir adelante, evadiendo el cierto vacío de estar solos en casa.

Parecía un día normal en la oficina, él llegó tarde pero como sus jefesestaban de vacaciones pensó que no ocurriría ningún altercado.

Se sentó en su oficina, por nombrarlo de alguna manera, más bien en su cubículo frío y mal decorado de dos por dos metros; a pesar de ello, él lo sentía como un lugar seguro, un lugar suyo.

De pronto, alguien golpeó la puerta.
¿Quién es? – Preguntó.
Soy Laura, necesito entregarte unos pendientes que dejaron nuestros jefes antesde marcharse. - Respondió una extraña voz.

Se levantó y abrió la puerta, agarró la pila de papeles y los puso sobre su escritorio.
Se preguntó a sí mismo, por qué sus jefes no habían conversado con él sobre esto antes. Apenas levantó las cejas y luego las dejó caer de forma brusca, aceptando que no le quedaría de otra y que quizás tenga que quedarse fuera de horario una vez más a resolveresto.

La hora pasaba muy lento, el sonido de las manecillas del reloj rebotaban por las superficies de los objetos en su oficina. Intercambió de nuevo el orden de sus retratos.

Luego pensó que conocía muy bien a sus compañeros de oficina, pero a esta chica Laura, casi no la había visto.

Como suele pasar, el colectivo de la línea 31 pasó ignorando la señal de parada que él había hecho....