CUENTO EL COBARDE

Páginas: 10 (2285 palabras) Publicado: 21 de octubre de 2014
CUENTO de José Luis González: El escritor

 
José Luis González: El escritor
A Luis Rafael Sánchez
Aquel domingo, cuando el escritor se despertó, la luz del sol entraba ya por las ventanas entreabiertas y bañaba la habitación de claridad. El hombre se incorporó en la cama y se desperezó bostezando largamente. Después se levantó, metió los pies en las pantuflas y se envolvió en una elegantebata de seda azul.
Salió a la sala.
-¡Laura! -llamó.
-¡Señor! -respondió una voz de mujer joven desde la cocina, en el fondo de la casa.
-¿Dónde está el periódico?
-En la mesita al lado del sofá, don Luis.
Se sentó a leerlo antes del baño, pero los ojos todavía pesados de sueño le dificultaron la lectura. Explicó entonces, alzando la voz, lo que quería de desayuno, y con una toalla limpiaalrededor del cuello se dirigió al cuarto de baño.
Se dio en primer lugar un prolongado duchazo, recreándose con la blancura de la espuma que hacía el jabón cuando le daba vueltas entre las manos. Después, una vez seco, se afeitó esmeradamente, comprobando satisfecho en el espejo que le había quedado impecable la línea del bigote recortado y ya entrecano. Finalmente se aplicó la loción con unaserie de palmaditas vigorosas en las mejillas.
Vestido ya, en la mesa, la sirvienta le trajo un vaso de jugo de toronja. A continuación, huevos fritos con jamón, después el café con leche (cargado, como era de su gusto) y tostadas con mermelada de melocotón.
Estaba encendiendo un cigarrillo cuando la sirvienta reapareció para retirar el cubierto. El hombre la observó mientras regresaba a la cocina.Era una mulata clara, de veinte años a lo sumo, que caminaba con un involuntario cimbreo de las caderas generosas. El escritor no pudo reprimir la evocación libresca: Culipandeando la Reina avanza / Y de su inmensa grupa resbalan / Meneos cachondos que el gongo cuaja / En ríos de azúcar y de melaza. "¡Qué buen poeta mi tocayo! Temas vulgares, en ocasiones, ¡pero qué sentido del ritmo y delvocablo exacto!"
Cuando la muchacha volvió a la mesa, trayendo un cenicero, él apagó el cigarrillo en la taza del café y le tomó una mano.
-Laura...
La muchacha hizo un intento débil, instintivo, de retirar la mano.
-¿Qué es? -preguntó con un asomo de alarma.
-Laura, yo nunca había advertí... quiero decir, yo nunca me había fijado bien en ti. ¿Sabes que eres muy bonita?
-¡Ay, Virgen, don Luis, nodiga eso! -y seguía tratando de retirar la mano, pero él no se la soltaba.
-¿Por qué no voy a decirlo, si es verdad?
-Don Luis, no sea así, déjeme ir.
El hombre le rodeó el talle con un brazo.
-Laurita -le dijo, apoyando un lado de su rostro sobre uno de los senos estupendamente firmes-. Laurita, acompáñame a mi cuarto. Un ratito nada más.
La muchacha se zafó de un tirón:
-¡Don Luis!
Él sepuso de pie.
-Tú sabes que la señora está en casa de sus parientes y no viene hasta mañana. Vamos, compláceme, mira que te voy a hacer un regalito.
La muchacha se cubrió la cara con ambas manos y se fue sollozando a la cocina. Él permaneció de pie junto a la mesa, sintiendo el súbito golpeteo de la sangre en sus sienes.
"¡Bah! Jíbara bruta!", se dijo. "Trataré otra vez de aquí a unos días y, sino se da, a la calle y se acabó."
Consultó el reloj pulsera. Las nueve y media. Vio por una ventana abierta un pedazo de cielo azul purísimo. La luz del sol chocaba con todos los objetos y trazaba dibujos caprichosos en el piso.
Con un segundo cigarrillo entre los labios, penetró en la biblioteca (la pieza, originalmente, había estado destinada a los hijos que el matrimonio nunca tuvo, y sólocon el tiempo los libros fueron invadiéndola poco a poco) y echó llave desde adentro. Recorrió con la mirada las ordenadas hileras de volúmenes en los estantes. Respiró hondamente, como en un santuario. Y experimentó, como siempre, una especial satisfacción cuando alcanzó a ver la colección de clásicos castellanos bellamente encuadernada en pasta valenciana. Aquella colección había sido propiedad...
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