CUENTO: Geografia de tercero. Eduardo Sacheri

Páginas: 15 (3510 palabras) Publicado: 19 de abril de 2015







Geografía de tercero
Eduardo A. Sacheri

Apenas la vi sentí que me hundía en una especie de pozo sin fondo, en un vértigo de piedras y plomos recién tragados que me llenaron el estómago. O tal vez fue una sensación más brutal, más primitiva, más parecida al más simple de los pánicos. Y lo otro: el peso feroz en las tripas y el vértigo de abismo aparecieron después, cuando ella desaparecióde mi vista y pude sentarme en un banco de ese parque inmenso y quedarme con los ojos clavados en el pasto y la cara vacía durante minutos interminables.
Ella ni siquiera me había mirado. No me había visto, pero yo me sentía como desnudo delante de una multitud. Y lo peor de todo era justamente comprobar el poder inmenso que, más allá de los años apilados unos sobre otros, esa mujer conservabasobre mis emociones.
¿Y si me había equivocado? Sí, era enormemente probable. Debía haberla confundido con otra persona. ¿Cuántos años hacía que no la veía? Veinte años, y eso es mucho tiempo. Y además estaba la cuestión de las edades. La última vez que la había visto yo acababa de cumplir los "dieciocho. Y a esa altura -intenté tranquilizarme- uno no tiene un cuidado excesivo en recordarfisonomías. Pero sobre todo estaba la cuestión de la edad de ella. ¿Cuántos años podía tener ahora? Traté de volver a 1978: ¿cuántos tenía esa mujer en aquellos tiempos? Yo le atribuía, entonces, setenta u ochenta; de modo que ahora, un cuarto de siglo después, tendría que ser casi centenaria. Entonces no tenía motivos para angustiarme: yo me había confundido y esa mujer no era quien yo había temido. Peroera un razonamiento demasiado frágil. Cuando uno es estudiante secundario todas las per­sonas que superan los treinta años parecen flotar en una ancianidad yaga y distante. Entonces, si en 1978 esa mujer tenía cincuenta en lugar de setenta, la que acababa de cruzarme en el hall del hotel bien podía ser la de mi pesadilla.
Algo muy dentro de mí me instaba a correr a mi habitación, hablarcon Lorena, hacer las valijas y escapar de ese sitio. Lorena tendría que entenderme: varias veces, durante esa etapa del noviazgo en la que uno está dispuesto a contar su vida entera, le había hablado sobre esa mujer y sobre el efecto bestial que había ejercido sobre mi vida en la escuela secundaria. Tal vez mi esposa pusiese reparos a la huida. Seguramente iba a decir que yo soy un exagerado, unsentimental, un chiquitín, todas esas cosas que dice cuando mis impulsos la contrarían. Pero ahí sentado, con la respiración todavía entrecortada por la impresión y el disgusto, no me preocupaban demasiado sus posibles reproches mientras aceptase, aun a regañadientes, levantar campamento y volver a Buenos Aires de inmediato.
No obstante, si quería contar con un mínimo de argumentos para la tempestaddoméstica que estaba dispuesto a desatar, tenia que aseguraren de que esa mujer que acababa de cruzarme en el hotel era quien yo creía qué era. A regañadientes tuve entonces que incorporarme y atravesar el parque hacia el edificio principal del que prácticamente había escapado un rato antes. La mujer que me había espantado iba hacia el bar, de modo que hacia allí dirigí mis pasos con una piedraen la garganta. El lugar resultó estar casi desierto, cosa esperable en esa mañana radiante. Muy pocas mesas estaban ocupadas. En un rincón, cerca del ventanal y de espaldas a una de las mejores postales de las sierras, estaba sentada esa mujer, de espaldas a la entrada. Leía un libro y apoyaba la sien sobre la mano izquierda. Ocupé una mesa detrás de ella y pedí un café.
El primer indicio que mesacudió fue el perfume. Apenas me senté, me golpeó el mismo olor cítrico y penetrante que dejaba flotando en el aula, cuando recorría amenazante los pasillos entre los pupitres. El segundo signo fue el golpecito tenaz sobre la mesa. No veía sus manos pero no hacía falta. Me bastaba el toque regular, cronométrico, patibulario, que producía su lapicera fuente al toparse con la mesa. Cinco...
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