cuento interandino
No hace mucho tiempo, quizá un medio siglo atrás, en las estribaciones de los andes, en uno de los pocos rincones selváticos que quedan entre el yunga y la sierra, muy cerca de una quebrada profunda y de suelo casi inaccesible para los humanos; en donde aun quedan pocos árboles milenarios, muchísimos chaparros, unas cuantas palmeras de tambán ( palma de seda) de alrededor de unostreinta metros de altura, o quizás mas; en donde se escucha el canto de los carpinteros cuando empieza a llover y el sonido ensordecedor de sus picos clavando en los troncos de los arboles para hacer huecos para establecer sus viviendas; en donde hay todavía agua fresca y pura para beber; en donde retozan sin descanso las traviesas ardillas confundidas con uno que otro chucuri que corre tras unapresa asustadiza; en donde habitan los ratones colorados de monte alimentándose de las semillas que brotan de las generosas plantas; en donde aun quedan algunas familias de zorrillos que esperan las sombras de las noches para salir en busca de gusanos y mas lavas para alimentarse; en donde hay muchos cocuyos que alumbran las noches oscuras del invierno y del verano; en donde se escuchan verdaderassinfonías de cigarras y de grillos; en donde los sapos y las ranas conviven como una verdadera familia; en donde uno que otro venado se queda enredado en sus cuernos en los bejucos rastreros; en donde no llega el olor nauseabundo de los basurales de los pueblos y de las ciudades. En una palmera, la más alta de todas, en uno de los huecos cavados y abandonado por los carpinteros, nacimos doshermanos. Cuando pichones, muy feos, sin plumas que nos cobijaran, indefensos y frágiles como todos los seres en sus primeros días de vida. Nuestros padres, con sus fuertes garridos, anunciaban su llegada trayéndonos la comida recogida de los arboles generosos y de vez en cuando unos cuantos granos de maíz tierno recogido en las sementeras de los aldeanos. De vez en cuando escuchábamos el sonido dehachas y machetes que los labriegos usaban para hacer leña o llevarse uno que otro árbol para la construcción de sus casas.
En las alturas, en nuestra infancia, aprendimos a escondernos de los guarros hambrientos que siempre estaban volando cerca en busca de carne fresca para alimentarse o para llevar a sus polluelos. Cuando ya jovencitos, casi emplumados, vestidos de verde y rojo, con rezagos deunas lanas blancas que nos cobijaban para darnos el calor necesario, en el filo del hueco donde nacimos y nos criamos, empezábamos a ejercitar el vuelo, a fortalecer la musculatura, al mismo tiempo que ensayábamos nuestro garrir que era y es un verdadero cántico a la vida y a la libertad.
Por descuido, por pereza o por falta de destreza, en uno de los vuelos que hacíamos de rutina, fui a parar enel chaquiñán, por donde pasaban los labriegos a realizar sus trabajos en la chacras. Por coincidencia, fue en el momento preciso en que uno de ellos pasaba por allí y pudo ser testigo de mi aterrizaje de buche que me dejó casi sin aliento y sin posibilidades de escurrirme para esconderme entre la espesura de la vegetación. El afortunado labriego inmediatamente reaccionó, se cubrió su mano y subrazo con un saquillo que llevaba y protegiéndose, me atrapó para meterme en el mismo saquillo y llevarme a su casa, que será mi morada, no se hasta cuando.
Desde la tranca, es decir, desde hace muchos metros de distancia a su casa, pegó el grito llamando a su esposa, para darle la noticia y que tenía sabor a sorpresa, porque le preguntaba: adivina que traigo en este saquillo? . . .. . La mujer quese motivó, empezó a dar mil respuestas, sin acertar. . . . En ese momento el labriego me aplastó y emití un fuerte garrido que me delaté. La mujer muy emocionada gritó a todo pulmón una lora. . . una lora patoja . . . de inmediato dijo: hay que cortarle las guías para que no pueda volar y se escape. Inmediatamente llamó a su hijo Juanito, pidiéndole que trajera la tijera para cortarme las alas....
Regístrate para leer el documento completo.