Cuento La Tercera Orilla Del Rio

Páginas: 9 (2150 palabras) Publicado: 17 de febrero de 2013
La tercera orilla del río
[Cuento. Texto completo]

João Guimarães Rosa
Nuestro padre era hombre cumplidor, de orden, positivo; y así había sido desde muy
joven y aún de niño, según me testimoniaron diversas personas sensatas, cuando les pedí
información. De lo que yo mismo me acuerdo, él no parecía más raro ni más triste que
otros conocidos nuestros. Sólo tranquilo. Nuestra madre eraquien gobernaba y peleaba a
diario con nosotros -mi hermana, mi hermano y yo. Pero sucedió que, cierto día, nuestro
padre mandó hacerse una canoa.
Iba en serio. Encargó una canoa especial, de madera de viñátigo, pequeña, sólo con la
tablilla de popa, como para caber justo el remero. Pero tuvo que fabricarse toda con una
madera escogida, fuerte y arqueada en seco, apropiada para que durara en elagua unos
veinte o treinta años. Nuestra madre maldijo la idea. ¿Sería posible que él, que no andaba
en esas artes, se fuera a dedicar ahora a pescatas y cacerías? Nuestro padre no decía nada.
Nuestra casa, por entonces, aún estaba más cerca del río, ni a un cuarto de legua: el río
por allí se extendía grande, profundo, navegable como siempre. Ancho, que no podía
divisarse la otra ribera. Y nopuedo olvidarme del día en que la canoa estuvo lista.
Sin pena ni alegría, nuestro padre se caló el sombrero y nos dirigió un adiós a todos. No
dijo otras palabras, no tomó fardel ni ropa, no hizo ninguna recomendación. Nuestra
madre, nosotros pensamos que iba a bramar, pero permaneció blanca de tan pálida, se
mordió los labios y gritó: “Se vaya usted o usted se quede, no vuelva usted nunca”.Nuestro padre no respondió. Me miró tranquilo, invitándome a seguirle unos pasos. Temí
la ira de nuestra madre, pero obedecí en seguida de buena gana. El rumbo de aquello me
animaba, tuve una idea y pregunté: “Padre, ¿me lleva con usted en su canoa?”. Él sólo se
volvió a mirarme, y me dio su bendición, con gesto de mandarme a regresar. Hice como
que me iba, pero aún volví, a la gruta delmatorral, para enterarme. Nuestro padre entró
en la canoa y desamarró, para remar. Y la canoa comenzó a irse -su sombra igual como
un yacaré, completamente alargada.
Nuestro padre no volvió. No se había ido a ninguna parte. Sólo realizaba la idea de
permanecer en aquellos espacios del río, de medio en medio, siempre dentro de la canoa,
para no salir de ella, nunca más. Lo extraño de esa verdadnos espantó del todo a todos.
Lo que no existía ocurría. Parientes, vecinos y conocidos nuestros se reunieron en
consejo.
Nuestra madre, avergonzada, se comportó con mucha cordura; por eso, todos habían
pensado de nuestro padre lo que no querían decir: locura. Sólo algunos creían, no
obstante, que podría ser también el cumplimiento de una promesa; o que nuestro padre,
quién sabe, porvergüenza de padecer alguna fea dolencia, como es la lepra, se retiraba a
otro modo de vida, cerca y lejos de su familia. Las voces de las noticias que daban ciertas
personas -caminantes, habitantes de las riberas, hasta de lo más apartado de la otra orilladecían que nuestro padre nunca se disponía a tomar tierra, ni aquí ni allá, ni de día ni de
noche, de modo que navegaba por el río, libre ysolitario. Entonces, pues, nuestra madre

y nuestros parientes habían establecido que el alimento que tuviera, oculto en la canoa, se
acabaría; y él, o desembarcaba y se marchaba, para siempre, lo que se consideraba más
probable, o se arrepentía, por fin, y volvía a casa.
Se engañaban. Yo mismo trataba de llevarle, cada día, un poco de comida robada: la idea
la tuve, después de la primera noche,cuando nuestra gente encendió hogueras en la
ribera del río, en tanto que, a la luz de ellas, se rezaba y se le llamaba. Después, al día
siguiente, aparecí, con dulce de caña, pan de maíz, penca de bananas. Espié a nuestro
padre, durante una hora, difícil de soportar: solo así, él a lo lejos, sentado en el fondo de
la canoa, detenida en la tabla del río. Me vio, no remó para acá, no hizo...
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