Cuento Negrita

Páginas: 65 (16097 palabras) Publicado: 27 de enero de 2014
Libros del Rincón


de don Cristóbal. Lo recordaba como si fuera ayer mismo; el dueño estaba sentado en el portal, porque era la hora del mediodía en que el sol del verano cae aplanando los campos y abrumando de calor los caminos.
Bruno venía sudoroso y ardido de sol. Había estado andando desde el amanecer y los mechones sudados de su pelo se asomaban debajo del sombrero raído. Veníavisitando las fincas y haciendo la misma petición a todos los dueños de tierra. Así anduvo hasta acercarse al portal y amparándose del sol bajo el filo de sombra que proyectaba el alero, se dirigió al hombre:
—Señor, quisiera hablar con usted dos palabras.
Don Cristóbal frunció el ceño y lo miró despaciosamente de arriba abajo:
—¿Cómo te llamas? —dijo —. ¿De parte de quién vienes?
—No vengo de partede nadie y me llamo Bruno. Sólo la necesidad me trae.
El dueño advirtió el tono sereno con que hablaba. Sacó un tabaco del bolsillo de la guayabera y lo prendió dándose todo su tiempo. Luego habló sin mirarlo:
—Tú dirás.
Y Bruno dijo:
—Los tiempos son malos para los pobres. Yo, por no tener, me falta hasta el rancho donde vivir.— hizo una pausa y mirando al suelo vio a sus pies una cordillerade bibijaguas cargando pedacitos de hojas verdes —:si uno tuviera la suerte de esos bichos, con hacer un agujero en la tierra tendría casa propia.
El dueño se movió y repuso:
—Bueno, no soy yo quien te hizo hombre o bibijagua.
El caminante no pareció oírlo y continuó hablando en tanto miraba el tráfico de los insectos:
—En el camino real ya la rural no deja hacer un rancho. Tiene que ser entierra de uno —y decididamente levantó la cabeza—, pero si usted me lo permite en cuatro días hago el mío donde menos estorbe.
—En tierra mía —murmuró el hombre sin mirarlo.
—Sí —dijo Bruno y esperó.
Pasó un rato sin que el hombre dijera palabra. Hubo tiempo para que un sinsonte planeara desde el viejo ceibo hasta su nido en el naranjo. Dos hojas secas de yagruma se desprendieron del árbol y unpájaro carpintero rompió con su canto metálico al fondo de la arboleda. Luego don Cristóbal levantó el brazo con el tabaco entre los dedos y señaló allá, hacia las lomas lejanas.
—¿Ves donde vuelan aquellas auras?
—Sí —dijo Bruno.
—Es un extenso marabusal. Si lo dejo crecer invadirá los potreros —y se volvió a Bruno—: si echas abajo esa manigua puedes contar con hacerte un rancho allí.
Brunovolvió a mirar las lomas y los dos quedaron callados. Era una tarea de gigantes para un hombre solo, pero por primera vez le habían ofrecido algo. En todas las leguas que había estado caminando no le habían brindado más que café, salvo en la finca colindante a la de don Cristóbal, donde el montero le había ofrecido almuerzo. Bien sabía que nada más podía esperar ahora, y oyó de nuevo la voz delhombre:
—Te presto hacha, machete y el hierro que necesites. Tú dirás si en verdad eres hombre de necesidad y trabajo.
Bruno se volvió calmoso, mostrándole los callos de su mano.
—Esto le dirá qué clase de persona puedo ser.
—Entonces, ¿te decides? —dijo el dueño sin mirarle la mano.
—Pienso que es trabajo imposible para un hombre solo. —Si quieres casa es porque la necesitas. Tendrás familia quete ayude, ¿no?
—Mujer y dos niños tengo, pero son pequeños todavía.
Entonces el dueño se puso de pie dando por terminada la conversación, pero Bruno habló a su espalda antes que entrara por la puerta.
—Está bien, trato hecho, mañana vengo por los hierros.

Al atardecer del otro día Bruno subió por las faldas de la loma con su mujer y dos hijos abriéndose camino por entre las zarzas y lamanigua cerrada. Luego, cuando los cuatro se detuvieron frente al monte de marabú, la mujer suspiró:
—Tú solo no vas a poder, Bruno.
Él calló un instante mirando y, mientras bajaba del hombro el saco donde traía los hierros de trabajo, dijo:
—No vamos a vivir ambulantes como los gitanos. Lo haré.
Esa misma tarde levantó su vara en tierra donde albergar la familia y pasar las noches y las lluvias...
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