cuento padre misericordiano

CUENTO PADRE MISERICORDIANO
"Hace mucho tiempo, conocí a un tipo excelente: Fernando Fuentes. Tenía dos hijos: Claudio y José. Fernando llevaba un buen pasar y una familia que podía considerarse normal, con los problemas de cualquier familia, sin nada grave. Claudio, el menor, era vago: un poco "bala perdida", desorientado. Pepe, en cambio... ¡todo un laburante! Algo cabeza dura y pococomunicativo, pero fiel y responsable. El padre tenía una empresa de venta de maquinarias agrícolas, de real importancia.
Un día, Claudio dijo que estaba cansado y aburrido, que dejaba "la Facu", que la familia era muy aburguesada, que él no soportaba más la rutina, que quería aprovechar "la juventud" (tenía sólo veinte años...), que vida había una sola.
Eso sí: pidió plata..., un anticipo de laherencia. Fernando aflojó. La mamá lloró. Su hermano se encerró en sí mismo y se comió la bronca solo. El negocio necesitaba gente de confianza. La demanda crecía y, justo ahora, éste se hace el piola y se va "a recorrer el mundo", como lo dijo a todos, sin pelos en la lengua. ¡Y se fue, a los pocos días! De nada valieron los argumentos. Dijo que, con plata o sin plata, él se las picaba.
Claudio conocíala aventura solamente en las películas y en los libros para adolescentes o en algún cuento analizado en los "talleres literarios" que frecuentaba, de puro esnob que era. Los cheques de viajero que llevó se le fueron como agua. La farra lo atrapó. Las chicas livianas le gustaron. El "crucero" que hizo por las islas del mar Egeo lo fascinó. Los tragos largos... ¡no los ahorró! En la droga, no semetió, más por miedo que porque no estuviera tentado. Cuando agotó "las divisas", se empleó en un barco de carga de bandera liberiana, que hizo la vista gorda ante la falta de afiliación de Claudio al sindicato correspondiente, y "conoció mundo": dos días en puertos uno más mugriento que el otro, en tareas de limpieza, carga y descarga.
– ¡Qué gil que fui! –se repetía una y mil veces–. ¡Qué tonto!Visitó los grandes centros turísticos de Malbecú, en la ex Guayana británica, hermoso lugar de mil trescientos habitantes. Paseó por Dorsey City, en Liberia. Por puertos perdidos de Mozambique, Groenlandia... También estuvo en Hong-Kong y allí pensó que se daría la gran vida, pero... ¡pescó flor de sarampión! Hasta tuvo la suerte, él que siempre quiso ir al Exterior y alardeaba de que no habíanacido para quedarse en la Argentina..., de recalar una semana en Puerto Madryn, con todo el santo día para él solo. ¡Pobre Claudio! ¡La pasó remal! Se enfermó más de una vez. Tuvo nostalgias de la mamá que lo malcriaba llevándole los domingos el desayuno a la cama. Se mufó al enterarse de lo mal que le había ido a Ríver Plate. Hasta llegó a extrañar a su hermano Pepe, a quien consideraba un seco,sin "roce" ni vida social. Pero lo que más machaconamente le vino a la mente fueron los ojos de su viejo, cuando dejó la casa...
Quiso borrar de un plumazo los cuatro años que llevaba fuera, pero no pudo. Hubiera querido comenzar todo de nuevo, pero era imposible: la historia no va hacia atrás. ¿Qué le quedaba por hacer? Emprender la retirada. Humillarse. Pedir perdón. Aguantarse la bronca y losreproches de la familia y las cargadas de los amigos. En fin... sabía que ya no daba más y que lo que llevaba, no era vida. ¡Y pegó la vuelta!
Unos pocos pesos que pudo ahorrar en un trabajito, le permitieron desembarcar en un pueblito costero cerca de Recife.
Desde allí, rumbo al sur, hizo "dedo", se coló en un tren local, caminó. Ganó otros pesos con changas de lo más variadas. No se animaba aescribir y pedir que le enviaran un giro. Tenía miedo a la respuesta... o a no recibir ninguna.
Al final, llegó a Buenos Aires. Era en julio, con esa llovizna porteña que presagia momentos tristes. Se dirigió a su casa. Repitió una y otra vez el discursito que había preparado cuidadosamente: –Viejo... fui un tarado, un imbécil... No merezco consideración alguna de tu parte. Fui un ingrato con...