cuento propio
Camino veinte cuadras hasta llegar a un paradero determinado, el viento helado me golpea la cara, mientras siento como mis dedos pierden sensibilidad; veo a una chica de unos 18 años parada a mi lado con una chaqueta que no debe de abrigar bastante. Somos las únicas dos personas en este desierto paradero, los únicos “giles” esperando el troncal que nos lleve a PlazaEgaña.
-¿Tienes hora?-me pregunta mi compañera de espera con cara de impaciente.
-Las 20:15-respondo secamente mientras sigo observando a ver si por algún azar del destino aparece la 505.
-Gracias.
Y vuelve a aparecer el silencio absoluto, este silencio que es tan apestoso, tanto como el plan del gobierno por mejorar el transporte, aunque si estuviese en manos del otro bando seria lo mismo opeor. Saco la cajetilla de “Belmont” del bolsillo de mi chaqueta de jeans, miro a la chica y le ofrezco un cigarrillo mas por tener algo de que conversar que porque realmente me nazca convidarle uno de mis Belmont. Ella acepta el cigarrillo, y cuando ya lo tiene en su boca se lo enciendo para luego encender el mío.
-Estoy chata de esperar-me dice ella, con un dejo de hastío
-¿Y tú crees que yono?-exhalo una bocanada de humo y la miro con una cara de “déjame tranquilo o sufre las consecuencias”.
Decido que no vale la pena seguir esperando apago mi cigarrillo mientras detengo la 403, la concuna con su típico blanco con franja verde, y me subo. Al desplegarse las trampas de vidrio mecánicas ingreso al bus, observo al chofer sentado en su cómodo asiento mientras acerco la multivia a la cajaamarilla, escucho el pito y veo la luz verde y avanzo abriéndome paso entre e el pasillo bajo el letrero que anuncia con letras rojas que estoy en un transantiago, los tubos verdes claros ayudan a mas de alguno a mantenerse en pie; los timbres tan mal ubicados se accionaban a penas uno se apoyaba en ellos, mientras que mi vista se fija en el acordeón que unía las dos mitades del bus.
Avanzóhasta el final del troncal veo mi reflejo en el espejo, mi piel blanca, mis ojos pardos mi cabello azabache completamente desornedado, y mi típica vestimenta: mis jeans, alguna polera de color negro y mi chaqueta de jeans; todo en orden, como siempre.
Empujo a las mujeres que se quedan en la primera parte del bus para poder avanzar, me abro paso entre los viejos verdes que se quedan al medio a versi pueden toquetear a las tipas de mi edad, y avanzo hasta un asiento libre cerca de la puerta trasera del bus. Me siento y observo fijamente los paisajes, hasta que algo llama mi atención, un hombre que al parecer posee unos 25 años y con cara de dudosa procedencia avanza hasta la ancianita que esta en el asiento frente al mío. Me mantengo al margen de la situación pero sin dejar de ser mudoespectador; el tipejo mete la mano en su cartera y le saca la billetera, la abre y de allí extrae unos $20.000, para luego volver a introducir la billetera en el bolso de la señora, y cierra la cartera en una curva donde al parecer convenientemente se cae sobre la viejecita.
Miro hacia delante y veo a una mujer muy bonita que trata de avanzar hacia acá atrás pero no puede moverse producto de lamultitud que se empuja, mientras tratan de mantenerse en pie sin caerse. La noto incomoda y pocos segundos después capto el porque de esa molestia dos de los viejos verdes están justo detrás de ella y por su rostro, puedo decir que eso vejetes han conseguido su propósito en este viaje.
Un brusco parar del bus hace que casi me resbale del asiento, me acomodo en él para luego tratar de volver aencontrar a la chica que había estado observando minutos atrás; por algunos minutos pensé que se había bajado, pero entonces sentí que me decían con voz apurada.
-Permiso.
Me levante para que se sentara en el asiento al lado de la ventana, y luego ocupé el asiento de la orilla. Mire hacia el vidrio, no sabía si ese troncal llegaba al metro Plaza Egaña, así que le pregunte a la rubia que estaba...
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