cuento: voz autodiegética, focalización interna
Mi mirada estaba clavada en los no tan brillantes azulejos blancos del hospital. De los pacientes, de los médicos y de mis compañeras de recepción, sólo escuchaba un murmullo semejante aldel interior de un caracol de playa cuando uno lo pega al oído. Me encuentro acostada en mi cuna, abrazada a mi tigre de peluche, y con los ojos entreabiertos hago un esfuerzo por no cerrarlos porcompleto. Quiero escuchar el final del cuento que mamá me lee en un tono calmo y agradable: ‘’ […] se casaron y vivieron felices para siempre’’. Me rindo y reconstruyo en mi sueño esa historia de amor. Loque me invadía era una tristeza revuelta con soledad, y algo de inquietud. Era algo que ni el fruto de mi fracasado matrimonio, llamado Irina, podía curar. Este desprendimiento de la realidad se mehabía vuelto costumbre en estas últimas semanas.
De repente, una mano sacudiendo mi uniforme azul me despabiló. Sin necesidad de levantar la vista, supe que se trataba de la doctora Barrera, oncólogadel hospital, con la cual habíamos formado una amistad inmediata cuando ambas comenzamos a trabajar allí, hace trece años. Es por esto que la doctora no tardó en descifrar lo que me pasaba, y decidióactuar.
Me obligó a asistir a una cena con un primo lejano suyo, que reunía la mayoría de las cualidades que sabía que me cautivarían.
Él me pasó a buscar por mi casa en un auto no tan modernocomo esperaría de un abogado, y luego de la entrada, el plato principal, el vino y el postre, me acosté en mi cama con una sonrisa que ya comenzaba a extrañar.
Lo único que fastidiaba mi plenafelicidad –lo que se dice felicidad- era la compleja relación que tenía con mi única hija, Irina. Fueron varios los factores que llevaron a distanciarnos, y aunque los causantes de dichos factores nuncaestuvieron muy claros, terminamos por culparnos la una a la otra.
Y así pasaron años sin dirigirnos una sola palabra. Hasta que sonó el teléfono que se encontraba en la mesita de luz contigua a la...
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