Cuento
Juan Valera
[5]
El caballero del Azor
I Hará ya mucho más de mil años, había en lo más esquivo y fragoso de los Pirineos una espléndida abadía
de benedictinos. El abad Eulogio pasabapor un prodigio de virtud y de ciencia.
Las cosas del mundo andaban muy mal en aquella edad. Tremenda barbarie había invadido casi todas las
regiones de Europa. Por donde quiera luchasferoces, robos y matanzas. Casi toda España estaba sujeta a la
ley de Mahoma, salvo dos o tres estadillos nacientes, donde entre breñas y riscos se guarecían los cristianos.
En medio de aquel diluviode males, pudiera compararse la abadía de que hablamos al arca santa en que
se custodiaban el saber y las buenas costumbres y en que la humana cultura podía salvarse del universal
estrago. Gran fetenían los monjes en sus rezos y en la misericordia de Dios, pero no desdeñaban la mundana
prudencia. Y a fin de poder defenderse de las invasiones de bandidos, de [6] barones poderosos y
desalmadoso de infieles muslimes, habían fortificado la abadía como casi inexpugnable castillo roquero, y
mantenían a su servicio centenares de hombres de armas de los más vigorosos, probados y hábiles para laguerra.
La abadía era muy rica y famosa; rica por los fertilísimos valles que en sus contornos los monjes habían
desmontado, cultivándolos con esmero y recogiendo en ellos abundantescosechas; y famosa, porque era
como casa de educación, donde muchos mozos de toda Francia y de la España que permanecía cristiana
acudían a instruirse en armas y en letras. Entre los monjes había sabiosfilósofos y teólogos y no pocos que
habían militado con gloria en sus mocedades antes de retirarse del mundo. Estos enseñaban indistintamente
las artes de la paz y de la guerra; cuanto a la sazón sesabía. Y luego, según la índole de cada educando, los
pacíficos y humildes se hacían sacerdotes o monjes, y los belicosos y aficionados a la vida activa salían de
allí para ser guerreros y aun...
Regístrate para leer el documento completo.