cuento

Páginas: 14 (3384 palabras) Publicado: 5 de abril de 2013
EL SICARIO

 El sombrío señor Azurri golpeó la puerta de madera con los nudillos, dos cortos y uno largo. En el frío silencio de la medianoche el ruido de puño contra puerta resonó ásperamente por toda la calle: la soledad reinaba, aplastante, en el lujoso barrio residencial.
                El visitante se restregó las manos y exhaló sobre ellas para calentarlas; trabajar en invierno erahorrible, sobre todo si el cliente te citaba a horas tan inusuales.  Se frotó los brazos y dio pequeños saltitos para generar calor: el frío ya se estaba poniendo insoportable. Estaba insultando al morador de la vivienda cuando la puerta se entornó  apenas. Desde adentro se asomaba una cara juvenil, veinteañera. ¿Se habría equivocado de casa?
—  ¿Es usted el señor Azurri? —preguntó el habitante dela casa.
— Así es. ¿Usted es Vladimir?
— El mismo. Pase, por favor.
                Azurri entró a la magnificente vivienda, mientras pensaba –como siempre –en su contratador. Tenía un ligero, ligerísimo acento ruso que contrastaba con la decoración de su casa. Un cambalache de objetos, pinturas y detalles habitaban la sala de estar: Pinturas góticas europeas, una katana japonesa en un pedestal,instrumentos de feng shui, un televisor de tamaño exagerado y sillones feos pero cómodos habitaban la primera habitación de la casa.
                El visitante dejó su gabán negro en las manos solícitas de Vladimir, que caminó hasta un pequeño ropero y lo dejó adentro, colgado de una percha. En esos segundos, Azurri aprovechó para mirar a través de la puerta entreabierta la habitaciónsiguiente: grande fue su sorpresa al ver que estaba completamente vacía. Quizá fuese efecto de la perspectiva o la estaba remodelando, pero el visitante sintió una extraña sensación a pesar de todo.
— ¿Quiere tomar algo, señor Azurri?—inquirió Vladimir, arrastrando casi imperceptiblemente las erres — tengo té, café, bebidas alcohólicas, agua, gaseosa…
—Un café, por favor.
— ¿Crema, azúcar, leche?—Azúcar solamente, gracias —respondió Azurri, realmente agradecido por poder calentar las tripas.
                Desde la sala de estar partían tres habitaciones, siendo la cuarta puerta la que daba a la calle. Hacia una de esas habitaciones –probablemente la cocina –había ido Vladimir a preparar el café. La opuesta a la puerta de entrada era la habitación vacía, y la otra era una puerta cerrada. Selevantó sin hacer ruido, siempre vigilando la puerta de la sala donde estaba Vladimir. Su instinto le gritaba que había algo raro en toda esta situación.
                Se movió –rápido e imperceptible como siempre –hasta la puerta abierta. Echó una ojeada hacia adentro y confirmó que la habitación estaba totalmente vacía. Frunció apenas el ceño y volvió a su correspondiente sillón, mirando haciala cocina. Espero unos segundos para ver si su cliente volvía, y al ver que no era así se movió hasta la otra puerta, la que estaba cerrada. Depositó su mano en el picaporte y la abrió lentamente: era pesadísima, probablemente hecha de hierro o metal, no se había dado cuenta de que era una puerta de seguridad. Un rayo de luz creció mientras abría, iluminando lo que parecían ser unas escaleras. ¿Unsótano?
                Escuchó, gracias al profundo silencio en que estaba sumergida la casa, el silbido de la pava. Cerró la puerta con una suavidad inhumana y volvió a su lugar en el sillón. Observó con más detalle las pinturas hasta que Vladimir entró, portando una bandeja con el café y una taza. Azurri sorbió el oscuro líquido y halagó la preparación con una sonrisa fingida.                Miró a su cliente por encima de la taza mientras tomaba. Entre veinte y treinta años, enfermizamente pálido y ojeroso, cabello negro azabache y rostro bastante bello, Vladimir poseía un encanto que probablemente lo hacía tener éxito con las mujeres. Vestía bastante pasado de moda, con una corbata rayada y un traje negro, sumándole una excentricidad más al cúmulo de rarezas que era esa...
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