cuento

La luz de la tarde desaparecía rápidamente, y desde el
mostrador de la joyería se proyectaba con claridad la
imagen de la vetusta mujer, trabajando afanosamente
en un delicado proyecto, con las gafas ajustadas y los
labios apretados.
La escena era claramente visible desde el exterior, casi
como una estampa en tonos dorados y tristes para
cualquier transeúnte.
De esa forma, cuando IpigenioLavía observó la colección de anillos de compromiso perfectamente desplegados en la vitrina con la mujer como telón de fondo,
absorta en la reparación de una cadena de oro macizo, decidió que valía la pena internarse en la pequeña
joyería a probar suerte en la tienda que ostentaba un
discreto letrero de madera rotulado “Ricabarren &
sucesores – Especialistas en sortijas de compromiso.”

Lascampanillas de la puerta anunciaron su entrada,
como si el triste, largo y agudo rechinar de los goznes
no hubiese sido suficiente.
— Buenas noches caballero.
La mujer no había levantado la vista ni un instante del
aparentemente complicado trabajo que estaba realizando, por lo cual el inconspicuo cliente se preguntó
como podía la mujer conocer su género.
— Buenas noches. — Respondiófinalmente Ipigenio.
— ¿Busca algo en particular? Tengo una leontina que
iría perfecta con la chaqueta que lleva puesta.
El hombre negó con la cabeza mientras observaba los
objetos en las vidrieras y vitrinas frente a él.
— ¿Le puedo enseñar cadenas? ¿Un reloj quizá? Tengo
anillos de caballero y por supuesto sortijas de compromiso.

Ipigenio no pudo ocultar una sonrisa ante la últimasugerencia.
— Estoy buscando un anillo de compromiso.
La mujer, quien a estas alturas había abandonado su
trabajo de reparación, se disponía poner sus herramientas dentro de la misma bandeja forrada de paño
verde donde una intrincada cadena de oro en filigrana
aún exhibía dos eslabones peligrosamente abiertos.
Una vez todos los objetos estuvieron en su lugar puso
la caja de madera con cuidado en elmostrador detrás
de ella y tomó de otra de las vitrinas dos bandejas cargadas de diferentes anillos de compromiso, con rocas
variadas y estilos muy distintos.
— ¿Tiene algo en mente?

El hombre meneó la cabeza y contrajo los labios
mientras observaba los anillos expuestos, hermosos y
centelleantes sin poderse decidir por ninguno.
— Esperaba que usted me pudiera ayudar.
La cara de la mujer,impávida y pétrea, no reaccionó a
las palabras del hombre.
— Busco el anillo de compromiso perfecto.
— ¿Perfecto?
— Si. Ha de ser perfecto. Tiene que ser hermoso; mágico. La
clase de anillo al que ninguna mujer pueda decirle que
no. Una sortija que en cuanto la ves, sabes que existe
una historia detrás y deseas ser parte de ella. Un círculo de oro que indique la infinidad del amor,coronado
en un diamante puro y de cortes limpios.

La mujer sonrió.
Con cuidado retiró las dos bandejas que antes había
colocado frente a su posible cliente y después de cerrar
las vitrinas, abrió la caja de seguridad disimulada detrás de uno de los paneles de madera que cubrían las
paredes de la tienda.
Regresó al mostrador frente a su cliente, en donde extendió un paño rojo y en él, puso unpequeño cofre de
madera con cerradura de plata.
Ahí, permaneció sonriendo a su cliente quien dudó por
unos instantes antes de moverse o si quiera pronunciar
una palabra.
— ¿Puedo...?
—Adelante. — Contestó la mujer al tiempo que encendía
una lámpara de brazo articulado y maniobraba la dirección de la luz para asegurarse de que esta apuntara
directamente a la caja aún cerrada.

Sin saber queesperar, Ipigenio levantó la tapa de la
caja para descubrir en ella un único anillo.
Debía ser oro y sin embargo lucia casi como la plata,
por lo pálido de su color. Los costados estaban labrados como hojas y entre ellas, zafiros de un azul esplendoroso, cual bayas, asomaban hasta llegar al centro
donde una delicada rosa se abría para revelar en su
interior un diamante puro y centelleante....