cuento

MÁS QUE FÁCIL SU SÍ
POR JUAN CARLOS MARTÍNEZ

Lo reconocí por el pelo rubio y por la camisa floreada que usaba desde siempre; venía caminando por Segurola rebotando en el aire como si su cuerpo estuviera sostenido por un gancho a la altura del cuello. De lejos creí confundirlo. De ningún modo podía ser esa piltrafa el famoso Polaco que había aguantado los trapos contra los RacingStone enLiniers y solo corrió a piedrazos a cerca de treinta de Atlanta por la calle Chivilcoy gritando desaforadamente “fuera Rebeca de mierda”. Cuanto más me acercaba más me asombraba de que ese atado de desgracia, que se detenía ante cada mujer y acompañado de un gesto obsceno les decía algo que causaba las más diversas reacciones desde insultos hasta cachetazos, fuera nada menos que el Polaco. Del pulentabarrabrava de la hinchada de All Boys parecía quedar apenas un atisbo de hombre curtido; en cambio, veía un ser extraviado y enajenado que andaba por Floresta diciendo guarangadas a cuanta mina cruzaba. Lo había visto cientos de veces en el club Iguazú con sus ojos azules de niño desafiante en un cuerpo de hombre macizo, de espalda ancha y brazos gruesos, que seseaba al hablar y se reía acarcajadas estentóreas, contagiosas, aunque con evidencias de cinismo porque siempre hallaba un punto de quien reírse. Lo vi enfrentando a los más guapos de Mataderos o de Morón y su nombre era tan conocido en el barrio cómo el del Patón, que calzaba cuarenta y seis, y que después apodaron tuerto porque en la sede de Español le volaron media jeta y el ojo de un ladrillazo. El Polaco era fachero ydivertido; mujeres no le faltaron nunca por eso no comprendía esa conducta de loco perdido, me extrañaba tanto que decidí acercarme sin que note mi presencia. A pocos metros resultaba irreconocible, los ojos inyectados y perdidos vagando en acuosos reflejos escarlatas, una barba rala desprolija y el aspecto de turbado lo convertía en otra persona, ni siquiera en una imagen de lo que fue. No tardé muchoen concluir que se le había pirado la bocha puesto que la actitud y que le dijera a cada mujer “chúpame la pija” corresponde más a quien pierde el juicio que a quien lo gana. Lo curioso era que siempre utilizaba el mismo tono que sonaba como un pedido imperativo, como quien demanda algo no rogando sino ordenando. No importaba la edad ni la belleza de quienes amedrentaba con esa frase monocordeque no obstante encerraba algo de súplica. ”Chúpame la pija” y una puteada que arrancaba en guarango y terminaba en la familia, incluida la hermana que era explosiva, flaca pero con un cuerpo supremo que a espaldas del polaco la llamaban Mirolla porque los que la habían probado, que eran varios, aseguraban que “ tenía olla más que argolla”. “Chúpame la pija” y un sopapo de esos que te ponenlas viejas que perdieron el miedo; así iba hasta que puse mi mano sobre su hombro arrancadolo de sus éxtasis.
- Que hace, cabeza. -Dije con algo de temor y esperando que no estuviera tan perdido como para no reconocerme a pesar del tiempo. Hacía muchos años que me había ido de Floresta y al volver encontré todo igual con otros nombres y otros paisajes. Los verdaderos locos tienen laparticularidad de no poder sostener la mirada, miran como a un punto en la nada. El polaco veía como un loco del Borda.
- Que pasa polaco, está todo bien? - Pregunté engrosando la voz como para que sepa que lo conocía aunque aguardaba una respuesta desquiciada. Antes que le dijera quien era sus ojos recobraron algo de luz y por un segundo, como una aparición, acaeció la antigua imagen del polaco.
- Quehace, chabonete, tanto tiempo – Su rostro denotaba una nostálgica alegría – Ta más viejo, té vamo a decir pelusa de umbligo, ahora, porque no sos ni bello ni pendejo – y prorrumpió con esa carcajada vibrante que hallo un punto. Me reí falsamente más que por el chiste por el interés de saber que cable se le había pelado. Sin más vueltas le pregunté que lo llevaba a importunar a las mujeres con esa...