Cuento
El camino era gris, de piedra gris y de músicas grises. La niebla iba invadiendo todos los espacios y carcomiendo el alma de la tarde. No sé qué pasó con el tiempo, perono lo pude encontrar en mi reloj. Digo mal, más bien sí lo encontré en mi reloj, pero estaba muerto, sencillamente se había detenido bajo las manecillas que parecían el epitafio de una lápida. Dicenque aquí suele ocurrir esto con regularidad, yo apenas estoy empezando a enterarme de cómo van las cosas y me cuesta trabajo aprender tanto casi de un solo tirón. Por eso es que no entiendo cómo algunaspersonas pueden rememorar todo desde el instante de su nacimiento. Tal vez están hechos con ese propósito, yo no. Siento que no nací para eso. Lo único que recuerdo es haber sido lanzado en el zaguánde una casa vieja. Y cuando abrí los ojos, lo primero que miré fue un corredor, cuya penumbra desembocaba al fondo, en la puerta entreabierta de una habitación, de mi habitación, de la habitación deellos, la habitación de todos nosotros, los personajes de Muchas almas en un cuerpo, un cuento que Poe aún no ha publicado, al parecer no se cansa de corregirlo. Ayer, por ejemplo, yo caminaba de lapágina 98 a la 99 cuando él abrió el libro al azar y se asomó al zaguán, como suele hacerlo, y así, como quien dirige la palabra al primero que pasa, me habló. Pero me habló con un tono fuerte. Me miróprofundamente con esos ojos de cuervo y me habló con toda la firmeza que tienen las palabras que no pueden dejar de cumplirse, al menos no entre nosotros, porque de nuestras historias él es unaespecie de dios, un dios con guantes negros que nos espanta cada vez que pasa las páginas.
¡Sal de ahí!, me dijo esa tarde, y yo salté de inmediato sobre su escritorio.
Debo reconocer que Poe tiene ungran poder de persuasión, de lo contrario no me habría sentido obligado a escribir el último capítulo de una de sus novelas, a la que había llamado El final de Emily. Cumplí con su mandato, a...
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