CUENTO

Páginas: 16 (3920 palabras) Publicado: 26 de octubre de 2013
LA LLUVIA (ANDRES USLAR PIETRI)
La luz de la luna entraba por todas las rendijas del rancho y el ruido del viento en el maizal, compacto y menudo como la lluvia. En la sombra acuchillada de láminas claras oscilaba el chinchorro lento del viejo zambo; acompasadamente chirriaba la atadura de la cuerda sobre la madera y se oía la respiración corta y silbosa de la mujer que estaba echada sobre elcatre del rincón.
La patinadura del aire sobre las hojas secas del maíz y de los árboles sonaba cada vez más a lluvia, poniendo un eco húmedo en el ambiente terroso y sólido.
Se oía en lo hondo, como bajo piedra, el latido de la sangre girando ansiosamente.
La mujer sudorosa e insomne prestó oído, entreabrió los ojos, trató de adivinar por las rayas luminosas, atisbó un momento, miró elchinchorro, quieto y pesado, y llamó con voz agria:
—¡Jesuso!
Calmó la voz esperando respuesta y entretanto comentó alzadamente.
—Duerme como un palo. Para nada sirve. Si vive como si estuviera muerto...
El dormido salió a la vida con la llamada, desperezóse y preguntó con voz cansina:
—¿Qué pasa Usebia? ¿Qué escándalo es ese? ¡Ni de noche puedes dejar en paz a la gente!
—Cállate, Jesuso y oye.—¿Qué?
—Está lloviendo, lloviendo, ¡Jesuso! y no lo oyes. ¡Hasta sordo te has puesto!
Con esfuerzo, malhumorado, el viejo se incorporó, corrió a la puerta, la abrió violentamente y recibió en la cara y en el cuerpo medio desnudo la plateadura de la luna llena y el soplo ardiente que subía por la ladera del conuco agitando las sombras. Lucían todas las estrellas.
Alargó hacia la intemperie la manoabierta, sin sentir una gota.
Dejó caer la mano, aflojó los músculos y recostóse en el marco de la puerta.
—¿Ves vieja loca, tu aguacero? Ganas de trabajar la paciencia. La mujer quedóse con los ojos fijos mirando la gran claridad que entraba por la puerta. Una rápida gota de sudor le cosquilleó en la mejilla. El vaho cálido inundaba el recinto.
Jesús tornó a cerrar, caminó suavemente hasta elchinchorro, estiróse y se volvió a oír el crujido de la madera en la mecida. Una mano colgaba hasta el suelo resbalando sobre la tierra del piso.
La tierra estaba seca como una piel, áspera, seca hasta en el extremo de las raíces, ya como huesos; se sentía flotar sobre ella una fiebre de sed, un jadeo, que torturaba los hombres.
Las nubes oscuras como sombras de árbol se habían ido, se habíanperdido tras de los últimos cerros más altos, se habían ido como el sueño, como el reposo. El día era ardiente. La noche era ardiente, encendida de luces fijas y metálicas.
En los cerros y los valles pelados, llenos de grietas como bocas, los hombres se consumían torpes, obsesionados por el fantasma pulido del agua, mirando señales, escudriñando anuncios...
Sobre los valles y los cerros, en cadarancho, pasaban y repasaban las mismas palabras.
—Cantó el carrao. Va a llover...
—¡No lloverá! Se la daban como santo y seña de la angustia.
—Ventó del abra. Va a llover...
—¡No lloverá!
Se lo repetían como para fortalecerse en la espera infinita.
—Se callaron las chicharras. Va a llover...
—¡No lloverá!
La luz y el sol eran de cal cegadora y asfixiante.
—Si no llueve, Jesuso, ¿qué va apasar?
Miró la sombra que se agitaba fatigosa sobre el catre, comprendió su intención de multiplicar el sufrimiento con las palabras, quiso hablar, pero la somnolencia le tenía tomado el cuerpo, cerró los ojos y se sintió entrando al sueño.

Con la primera luz de la mañana Jesuso salió al conuco y comenzó a recorrerlo a paso lento. Bajo sus pies descalzos crujían las hojas vidriosas. Miraba aambos lados las largas hileras del maizal amarillas y tostadas, los escasos árboles desnudos y en lo alto de la colina, verde profundo, un cactus vertical. A ratos deteníase, tomaba en la mano una vaina de frejol reseca y triturábala con lentitud haciendo saltar por entre los dedos los granos rugosos y malogrados.
A medida que subía el sol, la sensación y el color de aridez eran mayores. No se...
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