cuento

Páginas: 8 (1760 palabras) Publicado: 27 de enero de 2014
LAS ZAPATILLAS ROJAS

Al pasar junto a un árbol, camino del mercado, nuestro amigo no vio a unos duendecillos que descansaban entre las ramas.
- El no sabe - preguntó el primero de los duendes al segundo refiriéndose a ese individuo humano que por allí caminaba - que lleva la luz del desequilibrio sobre su cabeza, ¿verdad?.
- No lo sabe - contestó el segundo duende - y nunca lo sabráhasta su último momento que yo veo muy lejano. Pero en el día de hoy comenzará su desequilibrio y nadie podrá evitarlo.
Y como para los duendes aquel hombre sólo formaba momentáneamente parte de lo que en ese momento veían, su importancia fue desapareciendo según el tamaño de aquella figura disminuía al alejarse. Pronto sólo fue una manchita en el camino hacia el pueblo; y luego nada, ni enpaisaje ni en el recuerdo de los duendes.
A nuestro amigo le gustaba ir al mercado que se establecía el día siguiente a la luna llena en la pequeña aldea. Llevaba a él algo de lo que podía prescindir y lo cambiaba por otra cosa útil o hermosa con la que disfrutaba. Y no sólo era ese cambio siempre ventajoso lo que hacía adorables los días de mercado, sino la posibilidad de charlar, aprender y reírcon otras gentes, de escuchar historias y contarlas, de ver maravillas procedentes de lejanas tierras y oler especias, hierbas, y perfumes desconocidos.
Y se acercó ilusionado a los primeros puestos sin ser consciente de que, como habían vislumbrado los duendes, el comienzo de su desequilibrio iba a comenzar en pocos instantes.
Nuestro buen hombre llevaba esta vez para cambiar en el mercadouna cabra, y pronto empezó a negociar con ella en medio de saludos, risas, conversaciones y recuerdos. Pronto alguien le ofreció por ella una hermosa daga, y él aceptó en su corazón. Dudó, no por que no estuviera seguro del cambio, sino porque todavía no era mediodía y le gustaba tener un pretexto para formar parte de aquello durante todo el tiempo que fuera posible. Pero la daga era del mejoracero, tenía una preciosa empuñadura de marfil y su funda estaba delicadamente trabajada. Con lo que la cabra y la daga cambiaron de dueño.
Púsose la hermosa daga en el cinto, y como nada tenía ya que negociar vagó entre las tiendas, escuchó historias, y pasado cierto tiempo se dispuso a volver a su casa. Ya estaba a punto de dejar atrás los últimos tenderetes cuando se cruzó con un desconocidoricamente vestido que miró fijamente la daga, le paró amablemente y le dijo:
- Me gusta mucho la daga que llevas. ¿Cuánto quieres por ella?
Era la primera vez que a nuestro protagonista le pasaba algo así. Cuando otra persona deseaba una propiedad suya le ofrecía algo que le perteneciera. No se hubiera sorprendido si le hubiesen ofrecido por la daga un carnero, o incluso - la daga eraespléndida - un caballo. Pero no terminaba de entender a qué se refería aquel rico
caballero cuando la preguntaba "¿cuanto?". Y así le respondió:
- ¿Cuánto de qué?
- De dinero, claro está.
Estaría claro para aquel elegante señor, pero no para nuestro amigo. Por supuesto que no era un ignorante y que sabía que aquella cosa del dinero se usaba para comprar y vender. Pero ni lo había entendidonunca ni mucho menos lo había utilizado hasta este momento.
- ¿Y cuanto dinero - le dijo tratando de dar a su expresión el deje que él suponía debía dejar establecido que estaba muy acostumbrado a tratar con dinero - me daréis por la daga?
- Cuatro piezas cuadradas y dos triangulares - le contestó mientras que se las mostraba.
Nuestro amigo no estaba dispuesto a cambiar su hermosa daga poresas piezas de metal cuadradas y horadadas y esas otras con forma de triángulo, con lo que negó con la cabeza.
- Pues que sean cinco piezas cuadradas entonces - dijo en respuesta a su negativa el hombre rico.
Estaban ahora rodeados de un pequeño círculo de curiosos que acogieron con un murmullo de asombro la última oferta, asintiendo gravemente con sus cabezas. Y como percibía que de no...
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