Cuento

Estás agitado, aún no recuerdas cómo llegaste a ese lugar; observas alrededor, todo es tan lento… excepto tu corazón, él parece que saldrá de tu pecho en cualquier momento y el sonido de sus latidoste ensordecen, los escuchas en tus oídos y no oyes nada más; excepto tu respiración, se escucha en la habitación, agitada y superficial, como si hubieses corrido una un largo camino, pero no fue así,la realidad es que no puedes moverte. Sientes una gota de sudor frio que recorre lentamente tu cara; notas claramente su trayectoria hasta que terminaren el filo de tu mandíbula porque es lo únicoque te hace sentir que sigues vivo. Observas las manecillas del reloj, ese tic tac insoportable y lento que te hace creer que hasta el tiempo tiene miedo de correr. Como aún no logras incorporarte, nopuedes evitar clavar tu mirada en esa oz que sigue clavada en un cuerpo ahora putrefacto tirado en un enorme charco de sangre seca; ese cuerpo que ha sido tu único compañero y cuando lo piensas tesientes vacío. No estarías solo si no le hubieses clavado esa afilada cuchilla. Pero, ¿qué más podías haber hecho?  Te había estado acosando de una manera extraña y en realidad no te dejó otra opción.Recuerdas todas las veces que te has obsesionado con los detalles, y siempre te tranquilizas al pensar que usaste las palabras más amables que conoces para intentar que se detuviera.
Cierras fuertementelos ojos durante un momento y al abrirlos intentas incorporarte una vez más y lo logras. Ahora puedes ver que estás en un pequeño y oscuro cuarto de jardinería; observas la cerradura forzada y eldesorden que causaste al entrar. Tu mente sigue muy revolucionada, hasta llegas a pensar en lo que le dirás a la policía cuando venga por ti. Seguro están a punto de llegar, pues alguien debió llamarlosal escuchar el alboroto que hiciste. Tus reflexiones son interrumpidas cuando escuchas un disparo… No, no era un disparo, era una alarma. Aún agitado, tomas el reloj del buró y ves que son las seis...