Cuento
Era noviembre, el frío penetraba las entrañas. El clima empeoraba, una sombra se acercaba a la esquina del bar cercano ‘‘Los Remedios’’ y vaya que lo eran, entró, puso su abrigo en elperchero y se sentó en un banco de piel, puso los codos en la barra y pidió un whisky. Los guantes le impedían acariciar la copa de cristal, así que se quedó viendo el líquido y después la mirada cayóal suelo.
- ¿Qué haces aquí?
- Gastándome la vida.
- ¿Estás triste?
- ¿Te conozco?
Haciendo una mueca de desagrado, se había refugiado en ese lugarsucho para encontrarse con la soledad quetiende a recorrer las mesas de los afligidos.
- No tengo aún el gusto, ¿Cuál es tu nombre?
- Agripina Reyes.
- Yo soy Enrique, mucho gusto.
Le besó el anillo de esmeraldas. Se sentó él y clavó lacabeza entre sus manos.
- ¡Hombre, no te desanimes! ¿Un whiskito?
Después de una hora de ver ir y venir rondas de vino, las carcajadas y las pláticas amenas eran la atmósfera del bar, ya pasaba de lamedia noche y Enrique decidió acompañar a su casa a tan bella mujer.
- Yo te llevo Agripina.
- No, no, me gusta caminar.
- Es mejor ir en coche, porque a estas horas no se sabe.
Se subieron al grandmarquis, y después de abrirle cortés la puerta a la señorita Reyes, prendió el radio y una canción de jazz, amenizaba el momento.
- ¿Dónde vives?
- No me acuerdo.
La risa la debilitaba y empezabaa quedarse dormida. La preocupación desbordada del joven hizo callar la música y llegó a su casa. Estacionándose de manera brusca, miró el reloj, dio un suspiro, e intentó bajarla.
Con trabajos yblasfemias logró meterla a la casa. Sus tacones de aguja hacían tanto ruido que hacía un enorme esfuerzo por caminar de puntillas.
- No vivo con nadie, no te preocupes, mira, aquí te vas a quedar.El cuarto era amplio, con una cama matrimonial cubierta de cojines y unas cortinas floreadas. Agripina entró y no supo más de sí hasta el día siguiente que alguien llamaba a la puerta. Al abrir los...
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