Cuento
Trabajos internos:
Pasos para evitar que lo traicionen.
1. Con emoción y devoción.
2. Leer: “La culpa es de la vaca”.
3. Leer el poema: “La culpa es de uno”.
4. Seleccione 3 palabras del poema de Benedetti.
5. Cuente las letras de la palabra “vaca”.
6. Sume el número de veces que sospeche que lo han traicionado.
7. Sume número de veces que se leha descargado el teléfono a su pareja.
8. Resultado divídalo entre 3 y será el número del baloto que le falta.
9. Sume 3 letras y ese es el primer número, si es 13, no importa; si es 69, cámbielo; si es 3, bien.
10. Repita esto 5 veces.
11. Anote los números con tinta roja.
12. Compre el baloto.
13. Repetir 10 veces “allá va la mujer que me gusta con el hombre que le gusta”.
14. Escribiren la pantalla de inicio del computador el verso de Los Chalchaleros al revés “ayer la he visto con otro, alegre la vi pasar”.
15. Repetir al revés el verso de Los Chalchaleros.
16. Busque el número del vecino que tiene su pareja.
17. Llame al vecino que sabe cómo se ponen los clasificados.
18. Poner clasificado en El Tiempo: “como nadie compra mi novia, vendo el sofá”.
19. Vender el sofá20. Conseguir trapo rojo.
21. Conseguir oración al Espíritu Santo en El Tiempo.
22. Trapo en la mano izquierda y la oración en la mano derecha.
23. Repetir 3 veces “gracias por los favores recibidos”.
24. Comprar alcohol.
25. Limpiar el sofá.
26. Alistarse para acostarse por última vez en el sofá y póngase pantaloncillos amarillos.
27. Tomar leche caliente con bocadillo.
28. Tápese losojos.
29. Diga para sí mismo “ojos que no ven, corazón que no siente”.
30. Descanse boca arriba 15 minutos.
31. Entregar el sofá.
32. Con el dinero de la venta compre un perro.
33. Alejarse de perras y toros.
34. Si no funciona, no se desespere, quizá la infidelidad le duela menos
Continuidad de los parques.
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negociosurgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puertaque lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, ysentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del últimoencuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajolatía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir...
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