Cuento

Páginas: 7 (1566 palabras) Publicado: 6 de junio de 2014
Mensaje recibido en la página web de los bibliotecarios de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense el 19 de diciembre de 2007

El pasado diecinueve de diciembre recibimos el siguiente mensaje en el blog. No sabemos todavía si es una broma o algo más serio. El asunto ha sido puesto en manos de las autoridades competentes.

Fue poco después de la jubilación de Ernestoque empezamos a quedar todas las tardes después del trabajo en el bar de Paco. Nos gustaban su tortilla de patatas, no demasiado cuajada, su póster de Autocares Rivas, donde cada mes una chavala medio desnuda y en porretas diferente nos saludaba, y que Paco en su vida había leído un libro. Después de tantos años en la biblioteca habíamos desarrollado una querencia especial por los semianalfabetos.Tanto que los que leían el “Marca” ya nos empezaban a parecer un poco demasiado intelectuales.

Eran tardes de beber cerveza, decir ordinarieces y ciscarnos en todo. Tal vez sea el efecto de pasar todo el día rodeado de libros, silencio y lectores.

En esas tardes hablábamos de cosas que jamás se nos hubiera ocurrido hablar dentro de las sacrosantas paredes de la biblioteca. Primero empezabanlas confesiones vergonzosas, como que la mitad de nosotros no había leído el Quijote y que a los tres que se habían leído la Celestina, les aburrió. Luego venían las afirmaciones más fuertes, como las torturas a las que se debería someter a las autoridades educativas del país. En aquel entonces aún no éramos partidarios de la violencia y el castigo más fuerte que se nos ocurría era ponerles decara a la pared y de rodillas sosteniendo en un brazo las obras completas de Tolstoi y en el otro las de Vizcaíno Casas. Había dudas de si las primeras (cincuenta y dos volúmenes) serían más pesadas que las segundas (diez volúmenes). Macario afirmaba que el contenido da a los libros una pesadez intrínseca muy superior a la de la forma: “Una edición de bolsillo de Juan Manuel de Prada siempre pesarámás que una encuadernada de “Los hermanos Karamazov”.

Al final, cuando ya empezábamos a estar bebidos, venían las conversaciones sobre gustos. La mitad adoraban la ensaladilla rusa y la mitad la detestaban. Tres éramos del Atlético de Madrid, tres del Real y los restantes tres no sabían/no contestaban (a uno de ellos siempre le sospeché simpatías barcelonistas). Lo único que teníamos en comúnes que a todos nos gustaban el rock y “Police”. Fue así, casi sin pensarlo, que empezamos a autodenominarnos “Biblio-Police”.

Una tarde de verano murió Paco. Había hecho inventario de las existencias de la bodega en su estómago. Tras el inventario se durmió en la terracita y el sol de agosto hizo el resto. Cuando llegamos, ya estaba en estado comatoso. Hicimos lo que pudimos, pero lo único queconseguimos fue que echara la madre de todas las potas. Después de eso murió. Al menos sonreía.

Fue en el entierro que entendimos la futilidad de nustros conocimientos. Allí estábamos nueve bibliotecarios, que juntos habríamos leído más de diez mil libros, y ¿qué habíamos podido hacer por Paco? Nada. Lo mismo que cualquier analfabeto.

- Los libros son una mierda- musitó Andrés mientras lasprimeras paletadas de tierra caían sobre el féretro. Y tenía razón.

Los libros son intentos de encapsular el universo. “La Guerra Civil Española” de Hugh Thomas arranca con una breve referencia a la Guerra de Independencia. ¿Por qué empezar ahí? ¿Es que no influyeron el espíritu bélico de los Tercios de Flandes y la tradición cantonal de los Reinos de Taifas? ¿Acaso se pueden introducir cortesen el Tiempo y decir este acontecimiento empezó justo aquí? Y quien dice cortes en el Tiempo, también puede decir cortes en la naturaleza. Franco sufría de dispepsia, Millán Astray de piorrea y Azaña estaba acomplejado por su fealdad. ¿Se puede hablar de la Guerra Civil Española y dejar de lado la dispepsia? Cuanto más lo pensábamos, más nos dábamos cuenta de que los libros son intentos futiles...
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