cuento
Zorzalito”, es el nombre de nuestro más querido amigo, un perrito tan pequeño, blando y gris que, semejante a una mota de pelusa a merced del viento, se desplazaba, raudo, por todos los rincones de la casa. No tenía cola, y su columna vertebral, extremadamente corta, le conferían una apariencia casi esférica, casi artificial. Como de peluche.Dos canicas de cristal negro, situados en lugar de los ojos, reflejaban destellos de luz cada vez que a su juicio lo invitábamos a jugar. Este día, 25 de Diciembre, era especial. Doblemente especial. Se celebraba el nacimiento del niño Manuelito y el primer mes de vida de Zorzalito. En consecuencia, se habían cursado las tarjetas de invitación correspondientes a tan magno acontecimiento.Habían concurrido, sino todas, la mayoría de las mascotas coetáneas pertenecientes a las diferentes ramas de nuestro frondoso árbol genealógico. Los “feliz onomástico zorzalito”, se mezclaban con maullidos, ladridos, parloteos e inclusive trinos de algunas aves canoras, que sin ser invitadas, aterrizaron en frescos y multicolores “paracaídas”. Zorzalito corría feliz, arrasando todo a supaso, lanzando ladridos a diestra y siniestra, como sintiendo que todo el jolgorio estaba organizado en su honor. Y, así era en realidad. Imagínense. Nuestra familia estaba formada por cuatro miembros: mis padres, mi hermano Pedro, “Peladito”, porque ya había cumplido un año de edad y todo lo que le había salido en la cabeza era una mata de pelusa de terciopelo gualda; y, por último, la que vivepara contarles esta pequeña historia; y que, a la sazón, gozó por once años, el privilegio de ser la “engreída” de la familia.
Resulta, que por una extraña coincidencia, todos nosotros, habíamos nacido el 27 de Diciembre; y, por ello, sólo teníamos un fiesta de cumpleaños al año. Las malas lenguas, afirmaban, no sin cierta razón, que mi papá era tan, pero tan tacaño, que hasta losnacimientos de sus hijos los había planificado para evitarse los gastos extras que significaba celebrar un “santo” por cada miembro familiar; pero mi padre se defendía aduciendo, que Dios lo había dispuesto así, en consideración a nuestra pobreza de “clase media peruana”. A mí me daba la impresión, que papá, permanecía colgado de esa clase, con las veinte uñas, para no precipitarse en el abismoconvencional de la clase miserable de la Patria mía. “Cuatro en uno”, -decían riendo - los familiares y allegados, navegando entre “chelas”, bocaditos, gelatinas, palomitas de maiz, chicha morada, luces sicodélicas, globos y... piñata. Era una total behetría. El ruido, ensordecedor, parecía provenir del mismísimo averno. Los huaynos, las baladas, el rock and roll y los Parchis, en ese orden, sesucedían casi sin transición; y, como Ley no escrita, mejor cumplida. Mi viejito, en pleno uso de sus derechos, y de su turno, nos insertaba lo más vernacular de su música; y, al verlo bailar, con toda su cofradía, no me parecía sino que, todo el año hubiera estado acumulando fuerzas y talento para derrocharlos en ese día. Ponían tal energía en el zapateo, que la casa retumbaba, el piso se rajabay las cucarachas morían de infarto cardiaco. “Sólo les falta las tijeras” -pensé- y uniendo la acción al pensamiento, viendo bailar a mi tío Crispín, - le coloqué en las manos sendas tijeras que mamá guardaba en las gavetas de su máquina de coser, justo en el momento que realizaba un saltito doble con las piernas entrecruzadas. Puso una cara tan graciosa, que todos los circundantes semataron de risa: “!Bueeena danzante de tijeras!” corearon, al unísono; y, a partir de ese momento, un nuevo artista vio la luz del día. Danzante de tijeras, por aquí, danzante de tijeras por allá. En cada fiesta, que asistía, los anfitriones le esperaban con sendas tijeras, sólo para burlarse; pero el pobre, lo asumía deportivamente; y, como había encontrado un medio para hacerse popular y notable, a...
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