Cuento
l acantilado era muy alto, plano y pedregoso, el mar curvilíneo rompía hasta que las brumas borraron el paisaje a lo lejos. Respiró la últimabrisa salina que pasó, dio media vuelta y volvió hacia el camino que llevaba a su árbol.
Las huellas de sus pisadas quedaban detrás de sí en la tierra húmeda. Al oírque las hierbas del costado se movieron, zigzagueantes tras el paso de una serpiente, se detuvo agachándose y afinando sus sentidos. La dejó marchar sin más.
Siguiósu camino, reina y señora de sus tierras hasta su árbol. Sus hijos la vinieron a recibir, alegres y juguetones. Como tenían un hambre voraz, se abalanzaron todos ala vez para ver qué traía de rico. Cada uno de los pequeños tiraba para conseguir una buena tajada de las delicias traídas por su madre. De vez en cuando, ella seenfadaba y parecía decir: “¡Déjame acomodarlo al menos!”
Cuando la madre lo permitió, comieron a sus anchas hasta quedar llenos como un globo. Los cuatro críos estabantan repletos, que no les quedó más remedio que tumbarse a descansar.
Feliz de haber alimentado a su prole, subió muy ágilmente al árbol, olió el aire, se estirósatisfecha y siguió, como siempre, ese ritmo pendular que la caracteriza. Barrió con su mirada la vasta planicie de su territorio hasta llegar a donde yacían suspequeñuelos, durmiendo unos encima de otros en revuelta armonía.
Antes de dejarse llevar por el sueño, bajó para estar aun más cerca de sus cachorros, acomodándose a la sombradel árbol, se recostó sobre su brazo izquierdo, dejando así a sus cuatro vástagos delante de su vientre, para protegerlos de todo mal, como madre pantera que es.
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