Cuento
Teníamos 11 años cuando sucedió.
Cuando la piedra voladora casi me golpea la cabeza, comprendí que la casa no estaba desierta, y que lo queconsistía en una historia popular cobró vida al instante en el que mi corazón parecía estallar. Cuando quisimos huir, la reja de la entrada se había cerrado y era imposible escalarla, la empujábamoscon desesperación sin lograr abrirla, nadie pasaba por ese paraje ya que la casona estaba en una cuadra dónde sólo habían tres casas más y ninguna de ellas estaba habitada.
Sabíamos que la bruja queríanuestras zapatillas, con ellas podría hacer su pócima y si lo lograba nuestras almas estarían condenadas para siempre. Nos armamos con dos grandes palos que estaban tirados al costado del maltrechosendero, recorrimos lentamente el jardín oscuro buscando otra salida, sólo nos quedaba rodear la casa para probar suerte en el lado opuesto, y así fue como lo hicimos, nerviosamente brazo con brazotemiendo lo peor en cada momento. Cuando estábamos pasando debajo de un ventanal, de sus rotos vidrios asomó un esquelético brazo pálido con arrugas que parecían surcos grisáceos que no terminabanjamás, agarrando a mi primo de sus cabellos, la mano mortecina con largas uñas negras no soltaba y el espanto y los gritos se apoderaron de la noche, mientras una risotada que parecía de otro mundoespantó a dos lechuzas que descansaban en el pino.
Con un fuerte golpe del palo, soltó los cabellos del afligido niño, lo que nos permitió correr a toda prisa, al llegar al fondo de la casa noencontramos alguna salida, por el contrario sólo hallamos tres antiguas lápidas con cruces invertidas. De nada sirvieron nuestros gritos de pedido de auxilio, ahora podíamos ver entre las sombras la figura dealgo que se acercaba lentamente con trabajo casi lastimosamente. Por instinto retrocedimos hasta pisar literalmente las fosas y fue en ese momento que sentí inmóviles mis pies, parecían aferrados...
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