Cuento
Desperté. Abrí lentamente los ojos. Me ardían. Sentía una desagradable sensación de pesadez en mi mirada. Dirigí la vista al destartalado reloj en la pared. Mientras el segundero avanzaba hacía volar a ratos las dos moscas que engullían el sebo acumulado en su contorno.
Eran las doce y diez de la noche, me levanté y permanecí varios minutos sentada alborde de la cama mientras varias pulgas jugueteaban bajo mi pantalón y polera. Respire profundo y el olor a suciedad y descuido inundó mis pulmones por completo. Una sensación de malestar subió desde mi estómago hacia mi garganta y un par de arcadas se expulsaron de mi boca
Por fin me puse de pie, me paré al lado de la cocina y vacié el agua que quedaba en la última botella, una de las tres quemantengo desde que me cortaron el suministro. Bueno, por lo menos pude vender el medidor. Solo alcanzó para menos de la mitad de la olla. Lavé mis manos, mi cara y mojé un poco mi pelo. Apoyé mis manos sobre la cocina y respiré profundamente y otra vez la inmundicia de mi pieza invadió mis pulmones. Me sentí menos que basura y ese sentimiento permaneció por unos segundos en mi mente, solo hasta quemis ojos divisaron los restos de papelillos de de la noche anterior sobre la mesa. Justo en ese instante, un agudo dolor nació en mi estomago y el apetito casi inaguantable que sentía desapareció dando paso a la angustia. El enfrentamiento entre lo que necesitaban mi cuerpo y mente contra mi desgastada moral, acurrucada en el sótano de mi corazón. Entre tanto se libraba esta conocida batalla mismanos llenaban mis bolsillos pensando encontrar allí algo de calma para mi estómago, que a cada momento dejaba escapar espasmos dolorosos.
Yo ya sabía el desenlace de este conflicto. Mis bolsillos no guardaban nada, solo restos de tierra y una que otra pulga luchando por salir de ellos. Los temblores comenzaron a ser parte de mi estado, mientras el sudor comenzaba a aparecer tímidamente en mifrente. Entonces emprendí mi travesía.
Pensé que quizá no llegaría, pero sin darme cuenta estaba frente a la puerta roja. El número 69 resaltaba en el centro, caricaturizado con tiza blanca.
Golpeé tímidamente, pero al cabo de unos segundos, al ver que no acudían a mi llamado, lo repetí con todas mis fuerzas. Mis piernas flaquearon al pensar que el “Gato” no se encontraba y caí al piso. Traté depararme pero no pude. Mis jeans ya sucios quedaron más embarrados y mis ojos celestes se tornaron grises; siempre cambiaban por mi estado de ánimo. Tirada en el piso, a punto de desmayar, las pocas fuerzas que me quedaban volvieron a mí, cuando oí crujir la vieja puerta roja, levanté la vista y vi al “Gato” casi dormido. Pasa, me dijo, ya sabía a lo que iba, no era la primera vez que lo hacía.Ingresé a una pieza de buen aspecto, lindos muebles y un inmenso plasma, pero con un olor a suciedad alcohol, cigarrillo, pasta base y quizás cuantos mas, mezclados unos con otros.
El gato me miró de pies a cabeza, se sentó en el sillón, al tiempo que dejo caer 6 monos sobre la mesa de centro, y sacó su pene. Al mirar los monos se agudizó aun más mi dolor estomacal y me vinieron unas urgentes ganasde ir al baño. Saque fuerzas, no sé de donde, y me aguanté. Me deje caer de rodillas frente a él. Por el solo hecho de estar frente a su pene podía oler la suciedad de este. Trate de no respirar y me lo llevé a la boca.
Fueron unos largos 15 minutos. El “Gato” estaba muy duro, no angustiado pues era traficante y la pasta le sobraba. Una vez que acabe salí como pude, lo más rápido posible. El“Gato” no me dejaba consumir en su casa. Las cuadras hasta mi pieza se me hicieron eternas. Ya eran las 4 de la madrugada. En el trayecto pasé frente a una vitrina y pude ver mi esquelética figura. Me detuve mientras lloraba. Por unos segundos desaparecieron los espasmos estomacales, se detuvo el mal oliente sudor de mi frente y mi cuerpo. Respiré profundo, el nauseabundo sabor de mi boca lleno mis...
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