Cuento
Vivían en la oscuridad de corredores fríos donde se establecen corrientes de aire producidas por las plantas de los patios. Tenían almas de funámbulos jugando conlos arcos en los patios consecutivos de la casa. No sentían esa pasión desesperada de todos los chicos por tirar piedras y por recoger huevos celestes de urraca en los árboles. Cipriano y Valerio—Cipriano y Valerio los llamaba sin oírlos la planchadora sorda, que rompía la mesa de planchar con sus golpes—. Cipriano y Valerio eran sus hijos, y cada vez se volvían más desconocidos para ella; teníandesignios oscuros que habían nacido en un libro de cuentos de saltimbanquis, regalado por los dueños de casa.
Cipriano saltaba a través de los arcos con galope de caballo blanco, y Valerio de vez encuando hacía equilibrio sobre una silla rota y escondía cuidadosamente su afición por las muñecas. No comprendía por qué los varones no tenían que jugar con muñecas. No había sabido que era una cosaprohibida hasta el día en que se había abrazado de una muñeca rota en el borde de la vereda y la había recogido y cuidado en sus brazos con un movimiento de canción. En ese momento lo atravesaroncinco risas de chicas que pasaban —y su madre lo llamó, y con el mismo gesto de tirar la basura le arrancó la muñeca. Cipriano había aumentado ampliamente su vergüenza con sus lágrimas.
La planchadoraClodomira rociaba la ropa blanca con su mano en flor de regadera y de vez en cuando se asomaba sobre el patio para ver jugar a los muchachos que ostentaban posturas extraordinarias en los marcos delas ventanas. Nunca sabía de qué estaban hablando y cuando interrogaba los labios una inmovilidad de cera se implantaba en las bocas movibles de sus hijos. Era una admirable planchadora; los plegadosde las camisas se abrían como grandes flores blancas en las canastas de ropa recién planchada, y planchaba sin mirar la ropa, mirando las bocas de sus hijos. Detrás de las cabezas se elaboraba...
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