Cuento
Cuando, por fin, tuvo en sus brazos a su hijito y lo mostró al padre, era realmente como uno de aquellos ángeles de la iglesia; su cabello dorado brillaba como el sol poniente.
-¡Tesoro dorado, mi riqueza, mi sol! -exclamó la madre besando los dorados ricitos; y pareció como si en la habitación resonara música ycanto. ¡Cuánta alegría, cuánta vida, cuánto bullicio! El padre tocó un redoble en el tambor, un redoble de entusiasmo. Decía:
-¡Pelirrojo! ¡El chico es pelirrojo! ¡Atiende al tambor y no a lo que dice su madre! ¡Ran, ran, ranpataplán!
Y toda la ciudad decía lo mismo que el tambor.
Llevaron el niño a la iglesia para bautizarlo. Nada había que objetar al nombre que le pusieron: Pedro. Laciudad entera, y con ella el tambor, lo llamó Pedro, el pelirrojo hijo del tambor. Pero su madre le besaba el rojo cabello y lo llamaba su tesoro dorado.
En la hondonada había una ladera arcillosa en la que muchos habían grabado su nombre, como recuerdo.
-La fama -decía el padre de Pedro- no hay que despreciarla.
Y así grabó el nombre propio junto al de su hijo.
Vinieron las golondrinas;en el curso de sus largos viajes habían visto antiguas inscripciones en las paredes rocosas del Indostán y en los muros de sus templos: grandes gestas de reyes poderosos, nombres inmortales, tan antiguos, que nadie era capaz de leerlos ni pronunciarlos siquiera.
-¡Gran nombre! ¡Fama!
Las golondrinas construyeron sus nidos en la cañada. Abrían agujeros en la pared de arcilla. El viento y lalluvia descompusieron los nombres y los borraron, incluso los del tambor y su hijito.
-Pero el nombre de Pedro se conservó durante año y medio -dijo el padre.
«¡Tonto!», pensó el instrumento; pero se limitó a decir: ¡Ran, ran, ranpataplán!
El rapazuelo pelirrojo era un chiquillo rebosante de vida y alegría. Tenía una hermosa voz, sabía cantar, y lo hacía como los pájaros del bosque. Eranmelodías, y, sin embargo, no lo eran.
-Tendrá que ser monaguillo -decía la madre-. Cantará en la iglesia, debajo de aquellos hermosos ángeles dorados a los que se parece.
-Gato color de fuego -decían los maliciosos de la ciudad. El tambor se lo oyó a las comadres de la vecindad.
-¡No vayas a casa, Pedro! -gritaban los golfillos callejeros
Si duermes en la buhardilla, se pegará fuego enel piso alto y tu padre tendrá que batir el tambor.
-¡Pero antes me dejará las baquetas! -replicaba Pedro, y, a pesar de ser pequeño, arremetía valientemente contra ellos y tumbaba al primero de un puñetazo en el estómago, mientras los otros ponían pies en polvorosa.
El músico de la ciudad era un hombre fino y distinguido, hijo de un tesorero real. Le gustaba el aspecto de Pedro, y algunavez que otra se lo llevaba a su casa; le regaló un violín y le enseñó a tocarlo. El niño tenía gran disposición; la habilidad de sus dedos parecía indicar que iba a ser algo más que tambor, que sería músico municipal.
-Quiero ser soldado -decía, sin embargo. Era todavía un chiquillo, y creía que lo mejor del mundo era llevar fusil, marcar el paso, «¡un, dos, un, dos!», y lucir uniforme y...
Regístrate para leer el documento completo.