Cuentocorto

Luego de un suculento desayuno de día sábado, Alfredo al fin tuvo un minuto de tranquilidad para sentarse a trabajar. Llevaba semanas angustiado por todas sus tareas que tenía pendientes,atrasadas, y la idea de al fin poder ponerse al día lo hacía muy feliz.

Gracias a un inusual impulso anímico, la mañana más productiva de su vida pasó como si se tratara de un par de breves minutos, ysorprendido se sobresaltó al escuchar la voz de su mujer que lo llamaba para almorzar.

–¡Ya voy! –respondió levantando la voz, procurando no sonar muy duro, y se propuso terminar una última tareaantes de hacer una pausa.

Cuando estaba a punto de terminar, y con una insistencia inusual, volvió a escuchar a su mujer que le pedía que se levantara de su escritorio. Pero para su sorpresa, no lollamaba para almorzar, sino para tomar la once. Extrañado miró la esquina de la pantalla del computador y corroboró la hora. Ya eran casi las seis de la tarde. Inquieto ante el veloz paso deltiempo, y arrepentido de tan larga ausencia, volvió a exclamar en voz alta, pero en un tono más gentil.

–Lo siento, se me pasó la hora, pero te juro que estoy terminando –y cerró la puerta delescritorio, se puso sus audífonos, y se propuso terminar de una vez para poder compartir las últimas horas del sábado junto a su familia.

Y se convirtió en una verdadera máquina, solucionando cada ítempendiente en cuestión de breves minutos. Respondió sus correos, escribió sus encargos e incluso ordenó sus finanzas, hasta que al fin, por primera vez en su vida, sintió la satisfacción de habereliminado por completo su infinita lista de pendientes.

Orgulloso quiso ponerse de pie, pero sus piernas no le respondieron. Entonces se llevó las manos a los muslos para tratar de despertarlos,pero se dio cuenta que era todo su cuerpo el que estaba agarrotado.

–Demasiadas horas sentado aquí –pensó, y aprovechó de apagar el computador mientras daba tiempo a sus piernas para que al fin se...