CuentoNico
Veo caer las últimas hojas de mi nogal a través del cristal, ese árbol que tanto tiene de mí, como yo de él y la única similitud es que él ha pasado 83 añosen la soledad absoluta de mi jardín, como yo los he pasado en mi vida.
Nací grande, siempre a la expectativa de vivir grandes emociones y creo que me apuré demasiado y se resumió a un solo hecho; selos contaré porque fue mi salvación y a la vez, no.
Fue en agosto, cuando en ese tiempo fumaba y bebía creyendo ser inmortal, mi trabajo era repartir diarios, el mundo no era más que un escenariocomún porque la gente que habitaba en él pertenecía cada cual al suyo. Me levantaba a las 5 de la mañana y recorría casi toda la capital en bicicleta (si hoy mi físico y mi estúpido cáncer me permitieramontarla, partiría vaya uno a saber dónde y no llegaría a esto). Mi trabajo básicamente era distribuir los periódicos en todos los sitios de la ciudad, una vez finalizado depositar el dinero en lacaja, con previo recuento, cerrar el puesto e irme, tan sencillo como eso; luego de cumplir con mi condenada tarea solía frecuentar un bar en la esquina y destinar los fondos al alcohol y comidasuficiente como para sobrevivir otro día, luego llegaba a mi casa heredada y utilizaba mis 4 horas restantes antes de reanudar las actividades a leer y en algunos de los casos a escribir.
No recuerdo conexactitud cuántos años trabajé de canillita, o quizás no recuerde porque trabajé toda mi vida de eso, y es aquí cuando uno creé en su oficio o profesión que ya nada lo sorprenderá, que ha visto todo, queel cuerpo se acostumbra de tal manera que se olvida de algunas cosas tan naturales y necesarias como en mi caso dormir, yo nunca dormía, salvo cuando me acordaba; y ahora que menciono esto me viene ala mente ( o lo que queda de ella) un cuento de Horacio Quiroga en donde el protagonista le sucede un accidente en su trabajo que había hecho por años, en un día tan rutinario como cualquier otro,...
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