Cuentos Chejov

Páginas: 137 (34014 palabras) Publicado: 24 de noviembre de 2013
Tres rosas amarillas
“Errand”
Chejov. La noche del 22 de marzo de 1897, en Moscú, salió a cenar con su amigo y
confidente Alexei Suvorin. Suvorin, editor y magnate de la prensa, era un reaccionario,
un self-made man cuyo padre había sido soldado raso en Borodino. Al igual que
Chejov, era nieto de un siervo. Tenían eso en común: sangre campesina en las venas.
Pero tantopolítica como temperalmente se hallaban en las antípodas. Suvorin, sin
embargo, era uno de los escasos íntimos de Chejov, y Chejov gustaba de su compañía.
Naturalmente, fueron al mejor restaurante de la ciudad, un antiguo palacete llamado
L´Ermitage (establecimiento en el que los comensales podían tardar horas —la mitad de
la noche incluso— en dar cuenta de una cena de diezplatosen la que, como es de rigor,
no faltaban los vinos, los licores y el café). Chejov iba, como de costumbre,
impecablemente vestido: traje oscuro con chaleco. Llevaba, como no, sus eternos
quevedos. Aquella noche tenía un aspecto muy similar al de sus fotografías de ese
tiempo. Estaba relajado, jovial. Estrechó la mano del maître, y echó una ojeada alvasto
comedor. Las recargadas arañas anegaban la sala de un vivo fulgor. Elegantes hombres
y mujeres ocupaban las mesas. Los camareros iban y venían sin cesar. Acababa de
sentarse a la mesa, frente a Suvorin, cuando repentinamente, sin el menor aviso previo,
empezó a brotarle sangre de la boca. Suvorin y dos camareros lo acompañaron al cuarto
de baño y trataron de detener lahemorragia con bolsas de hielo. Suvorin lo llevó luego a
su hotel, e hizo que le prepararan una cama en uno de los cuartos de su suite. Más tarde,
después de una segunda hemorragia, Chejov se avino a ser trasladado a una clínica
especializada en el tratamiento de la tuberculosis y afecciones respiratorias afines.
Cuando Suvorin fue a visitarlo días después, Chejovsedisculpó por el “escándalo” del
restaurante tres noches atrás, pero siguió insistiendo en que su estado no era grave.
«Reía y bromeaba como de costumbre —escribe Suvorin en su diario—, mientras
escupía sangre en un aguamanil.»
Maria Chejov, su hermana menor, fue a visitarlo a la clínica los últimos días de
marzo. Hacía un tiempo de perros; una tormentade aguanieve se abatía sobre Moscú, y
las calles estaban llenas de montículos de nieve apelmazada. Maria consiguió a duras
penas parar un coche de punto que la llevase al hospital. Y llegó llena de temor y de
inquietud.
«Antón Pavlovich yacía boca arriba —escribe Maria en sus memorias—. No le
permitían hablar. Después de saludarle, fui hasta la mesa a fin deocultar mis
emociones.» Sobre ella, entre botellas de champaña, tarros de caviar y ramos de flores
enviados por amigos deseosos de su restablecimiento, Maria vio algo que la aterrorizó:
un dibujo hecho a mano —obra de un especialista, era evidente— de los pulmones de
Chejov. (Era de este tipo de bosquejos que los médicos suelen trazar para que los
pacientes puedan ver en quéconsiste su dolencia.) El contorno de los pulmones era azul,
pero sus mitades superiores estaban coloreadas de rojo. «Me di cuenta de que eran ésas
las zonas enfermas», escribe Maria.
También Leon Tolstoi fue una vez a visitarlo. El personal del hospital mostró un
temor reverente al verse en presencia del más eximio escritor del país. (¿El hombre más
famoso de Rusia?) Pese a estarprohibidas las visitas de toda persona ajena el «núcleo
de los allegados», ¿cómo no permitir que viera a Chejov? Las enfermeras y médicos
internos, en extremo obsequiosos, hicieron pasar al barbudo anciano de aire fiero al
cuarto de Chejov. Tolstoi, pese al bajo concepto que tenía del Chejov autor de teatro
(«¿Adónde le llevan sus personajes? —le preguntó a Chejov en...
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