cuentos cortos
Monigote en la arena
La arena estaba tibia y jugaba a cambiar de colores cuando la soplaba el tiempo. Laurita apoyó la cara sobre un montoncito y le dijo:
– Por ser tan linda y amarilla te voy a dejar un regalo – y con la punta del dedo dibujó un monigote de seda y se fue.
Monigote quedó solo, muy sorprendido. Oyó como cantaba el agua y el viento. Vio las nubesacomodándose una al lado de la otra para formar cuadros pintados. Vio las mariposas azules que cerraban las alas y se ponían a dormir sobre los caracoles.
– Hola – dijo monigote, y su voz sonó como una castañuela de arena.
El agua lo oyó y se puso a mirarlo encantada.
– Glubi glubi, monigote en la arena es cosa que dura poco – dijo preocupada y dio dos pasos hacia atrás para no mojarlo –. ¡Qué monigotemás lindo, tenemos que cuidarte!
– ¿Qué? ¿Es que puede pasarme algo malo? – preguntó monigote tirándose de los botones como hacía cuando se ponía nervioso.
– Glubi glubi, monigote en la arena es cosa que dura poco – repitió el agua, y se fue a avisar a las nubes que había un nuevo amigo pero que se podía borrar.
– Flu flu – cantaron las nubes –, monigote en la arena es cosa que dura poco.Vamos a preguntar a las hojas voladoras cómo podemos cuidarlo.
Monigote seguía tirándose los botones y estaba tan preocupado que ni siquiera probó los caramelitos de flor de durazno que le ofrecieron las hormigas.
– Crucri crucri – cantaron las hojas voladoras –, monigote en la arena es cosa que dura poco. ¿Qué podemos hacer para que no se borre?
El agua tendió lejos su cama de burbujas para nomojarlo. Las nubes se fueron hasta la esquina para no rozarlo. Las hojas no hicieron ronda. La lluvia no llovió. Las hormigas hicieron otros caminos.
Monigote se sintió solo, solo, solo.
– No puede ser – decía con su vocecita de castañuela de arena –, todos me quieren pero porque me quieren se van. Así no me gusta.
Hizo “cla cla cla” para llamar a las hojas voladoras.
– No quiero estar solo – lesdijo –, no puedo vivir lejos de los demás, con tanto miedo. Soy un monigote de arena. Juguemos, y si me borro, por lo menos me borraré jugando.
– Crucri crucri – dijeron las hojas voladoras sin saber qué hacer.
Pero en eso llegó el viento y armó un remolino.
– ¿Un monigote de arena? – silbó con alegría –. Monigote en la arena es cosa que dura poco. Tenemos que hacerlo jugar.
“cla cla cla”,hizo monigote porque remolino era como una calesita.
Las hojas voladoras se colgaron del viento para dar vueltas.
El agua se acercó tocando su piano de burbujas.
Las nubes bajaron un poquito, enhebradas en rayos de sol.
Monigote jugó y jugó en medio de la ronda dorada, y rió hasta el cielo con su voz de castañuela.
Y mientras se borraba siguió riendo, hasta que toda la arena fue una risa quejuega a cambiar de colores cuando la sopla el viento.
Picaflores de cola roja
El frío espiaba por la ventana del aula. Los chicos y las chicas se frotaban la punta de los dedos para poder escribir las palabras que dictaba la señorita Sonia todas las santas mañanas a la primera hora.
– ¿Habrá traído hoy el superdictado? – rezongaban cuando la veían venir toda de plata entre la neblina delfondo de la calle.
– Sí – reía la señorita Sonia, y entraba al aula a escribir en ese cuaderno que tienen las maestras y nunca se sabe a quién se lo muestran.
– Uf – decían los chicos y las chicas.
Después jugaban con el frío a hacer figuritas inventadas. Despedían de palabras escondidas, vapor de preguntas que no se animaban hacer.
Lena sacudía una cabellera de propaganda de champú y hacíaaletear los pájaros de sus pestañas.
Manuel se sacaba el sombrero invisible y la saludaba. Después echaba dentro la ceniza de su gran cigarro de señor muy ocupado.
Lena se rociaba con esencias de lejanas islas y ponía cara de televisión.
Manuel, con la misma cara, tenía una pipa de madera tallada por un silencioso navegante.
– Hoy haremos dictado de palabras difíciles – dijo la señorita...
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