cuentos de la llorona y juan del jarro
Consumada la conquista y poco más o menos a mediados del siglo XVI, los vecinos de la ciudad de México se recogían en sus casas con el toque de queda, avisado por las campanas de la primera Catedral; a media noche y principalmente cuando había luna, despertaban espantados al oír en la calle, tristes y prolongadisimos gemidos, lanzados por una mujer a quien afligía, sin duda, hondapena moral o tremendo dolor físico.
Las primeras noches, los vecinos se resignaban a santiguarse por el temor que les causaban aquellos lúgubres gemidos, que según ellos, petenecían un ánima del otro mundo; pero fueron tantos y tan repetidos y se prolongaron por tanto tiempo, que algunos osados quisieron cerciorarse con sus propios ojos qué era aquello; y primero desde las puertas entornadas, delas ventanas o balcones, y enseguida atreviéndose a salir a las calles, lograron ver a la que, en el silencio de las oscuras noches o en aquellas en que la luz pálida de la luna caía como un manto vaporoso lanzaba agudos y agónicos gemidos.
Vestía la mujer un traje blanco y un espeso velo cubría su rostro. Con lentos y callados pasos recorría muchas calles de la ciudad, cada noche tomabadistintas calles, pero siempre pasaba por la Plaza Mayor (hoy conocida como el Zocalo de la Capital), donde se detenía e hincada de rodillas, daba el último angustioso y languidísimo lamento en dirección al Oriente; después continuaba con el paso lento y pausado hacia el mismo rumbo y al llegar a orillas del lago, que en ese tiempo penetraba dentro de algunos barrios, como una sombra se desvanecía entresus aguas.
Juan del jarro
Era un pordiosero del que se decía odiaba el baño, el mes de julio y las riquezas. Por eso, aunque le dieran mucha limosna andaba siempre pobre, por eso se escondía de toda lluvia bajo cualquier techo y tenía las costras de mugre pegadas a la piel y esparcidas por la ropa y los cabellos. Se llamaba Juan, la gente lo apellidaba del Jarro, no por ser un borrachín debanqueta sino porque sus únicas pertenencias, que siempre traía a cuestas, eran un sombrero, una estera y un jarro de terracota.
Como con la mayoría de los pordioseros, nadie en aquel San Luis Potosí de mediados del siglo 19 sabía de dónde había llegado Juan del Jarro, quien parecía haber estado desde siempre dormitando en una banqueta, haciendo trabajillos en el mercado o pidiendo limosna fuerade los templos para resolver el hambre del día. Se dice que habitaba el interior de un horno abandonado.
Juan tenía dos características que lo diferenciaban de cualquier pordiosero. La primera es que era un hombre piadoso que repartía sus ganancias diarias con otros menesterosos. Solía ser él quien más miraba por los ancianos desamparados, especialmente los ciegos y los locos. En aquellasociedad del bajío mexicano, los gestos de grandeza se ligaban a las batallas políticas y militares entre liberales y conservadores. El bajío mexicano había sido el granero de la Nueva España, la región próspera, rica, que se había llenado de ganado y de cultivos. Pero eso había sido el siglo anterior, la potosina era una sociedad dividida por la política que reinó tras la independencia.
Además, SanLuis Potosí, por estar en la frontera norte del bajío, era una ciudad amenazada por las bandas de gavilleros que se refugiaban en las montañas cercanas al desierto. Un pobre compartiendo riqueza no era Juan de todos los días.
La otra característica que hacía especial a Juan era su afección por los dichos y las frases llenas de sentido común, ésas que los viejos sintetizan para los jóvenes y losniños. Juan solía tener un refrán en la punta de la lengua, según la ocasión. Tenía una paradoja en la chistera para cuanta sorpresa depararan los días. Esa astucia cotidiana hizo que Juan adquiriera fama de listo que contrastaba con su fama de loco, quien, quitándose prejuicios de clase, compartía con él charla y mesa, hallaba un conversador ameno que parecía tener la vuelta de tuerca a toda...
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