Cuentos De Rafael Pombo
A pesar de que doña Petra estaba constantemente de mal humor, sus dos hermosos gatos llamados Fuño y Furaño siempre habían sido muy buenos amigos y muy celebrados por su amable carácter. Pero un día Petronila, la hija de doña Petra, les echó un pedazo de carne, y parece que el mismo Lucifer se les metió en el cuerpo, pues armaron un zipizape tan furibundo que parecía quehubiera setenta gatos en aquel cuarto, y Petronila gritaba de miedo de que le tocasen algunos de esos araños y mordiscos. Doña Petra, que oyó esto, entró más rabiosa que los mismos combatientes, y arrojó a Fuño por una ventana, a Furaño por la otra, y el pedazo de carne en la chimenea. Dos amigos no deben pelear jamás, y un momento de enojo suele costar muy caro, como lo prueban Fuño y Furaño, quese quedaron sin amigo y sin casa, sin probar el bocado que debieron partir entre los dos como gente decente.
14. EN EL NIAGARA
Ahí estás otra vez. . . ! El mismo hechizo
Que años ha conocí, monstruo de gracia,
Blanco, fascinador, enorme, augusto,
Sultán de los torrentes,
Muelle y sereno en tu sin par pujanza.
¡Ahí estás siempre el Niágara! Perenne
En tu extático trance, en ese vértigo
Devoluntad tremenda, sin cansarte
Nunca de ti, ni el hombre de admirarte.
¡Cómo cansarse! La belleza activa,
La siempre viva, porque siempre pura,
No puede fatigar. Hija perfecta
Sin medio humano, del excelso fiat
Que perpetuaron leyes inviolables
En su incesante acción; mimada hermana
Del firmamento, de la luz, del aire;
Huésped no expulsado del edén perdido;
Esta hermosura es creaciónconstante
Y original, donde trasciende el soplo
De su autor soberano. Algo nos dice
Que allí está Dios: el néctar de embeleso
Y de reparación que a un tiempo mana.
Al contemplarla en nuestro fondo bullen
Los dormitados gérmenes divinos,
Cual hierve al sol el ánima viviente
De la naturaleza; y surge ansioso
El amor de familia, el de la eterna
E indisoluble y como al mar la gotaEmancipada al fin de térreos lazos,
Como del pecho de la madre el niño,
Mudos de íntimo gozo nos prendemos
En comunión de eternidad con ella.
¿Podrá Dios fatigar? ¡Ah! en lo que hastía
Hay encanto letal, triste principio
De inercia, hostil a Dios, germen de muerte,
Gangrena de Las almas secuestradas
De su raudal vivífico...
Mas ¿dónde
Mi mente descendió? Llámala al punto,
¡Oh Niágara! y en tila imagen vea
De las almas triunfantes; mire al héroe
Sublime en su martirio; al genio mire
Sereno en la conciencia de su fuerza.
Distráeme, diviérteme, museo
De cataratas, fábrica de nubes;
Mar desfondado al peso de tus ondas;
Columnas que un omnipotente Alcides
Descolgó del Olimpo, entre dos vastos
Mediterráneos piélagos de un mundo.
Sigues, gigante excéntrico, gozando
Tusolitaria, inmemorial locura,
Digna de un Dios. Descadenada sueltas
Del valle por la rápida pendiente
Tu oceánica mole, y poseído
Del rapto a que impetuoso te abandonas
Ebrio del regocijo de tu fuerza,
No adviertes que ya el hombre ha sorprendido
Este retozo de titán, violando
La agreste soledad, y que en tus bordes
La hormiga semidiós bulle y se empina
A medirse contigo. .. ¡Ah, qué te importa!No cabes en la tierra, y de un arranque
Vas a tomar por lecho el océano.
De los más lejos términos del globo
A visitarte viene y a elevarse
Con tu contemplación, reconociéndote
Sin rival hermosura. En tus orillas
Un sentimiento en lenguas mil proclamas
La grandeza de Dios y el inocente
Triunfo de la inmortal naturaleza.
Heredia te tributa entusiasmado
El Niágara de su alma, pavorosoMuy más que el de tus ondas; el activo
Cíclope anglosajón, probando al mundo
Que es digno amo de ti, con puente aéreo
Salva tu abismo inmenso, y por su mano
Te da su abrazo atlético de hierro
Esto que el hombre (insecto de un instante
Y atolondrado por su instante) llama
La civilización. El cielo mismo
Tiende a tus pies esos divanes de ángeles,
Nácar del firmamento, y oponiendo
A un...
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