Cuentos De Terror

Páginas: 11 (2554 palabras) Publicado: 25 de noviembre de 2012
EL ESPEJO DEL VODÚ


Luis Joaquín Sánchez |Cuba


La noche era oscura como el fondo de un pozo ciego. El cielo estaba encapotado y se rajaba, de vez en cuando, en rayos que conmocionaban las alturas. Los cascos de dos caballos, que montaban Baldomero Moliné y su capataz, golpeaban el camino. No llovía. Era como si una fuerza invisible lo impidiera. Se sentía una gran pesadez en el aire.—Verdad que es usted terco, señor. ¿A quién se le ocurre salir con una noche así? —dijo el capataz mientras se santiguaba a cada trueno.
—No me gusta dejar las cosas a medias, Medardo. El Haitiano me mandó llamar hoy por la noche, seguro que va a venderme su pedazo de tierra.
La voz le brotaba firme al hacendado y con un timbre agradable, que lo hacía parecer más joven aún. Frisaba los treinta. Eraalto y delgado. Podía decirse que un hombre bien parecido. Lo tenía todo: dinero, juventud, poder, una familia que lo adoraba. Recordaba a su esposa, el último beso que le dio al salir de la casa, su cuerpo sensual, su cintura rodeada por sus manos, el aliento cálido de mujer enamorada, los ojos como dos destellos permanentes de felicidad y la niña halándole la manga de la camisa: #Papi, llévamecontigo#. Cargó a la pequeña antes de irse y la besó en la frente. ¡Cómo la quería! Y sentía su cariño suave, aterciopelado, llegándole a lo más profundo de su ser. Nada le faltaba, según creía. Sólo lo mortificaba la vida aquel maldito haitiano, cada vez más viejo y encorvado, apoyado siempre en un bastón, diciendo extrañas palabras en francés y en un dialecto que no entendía bien. El bohío delhaitiano, con toda su miseria, rompía la armonía del paisaje a un costado de la finca. Por eso quería sacarlo de allí y también deseaba olvidar lo que había pasado con Yanet, aquella negrita dura de pechos, con la piel brillante como azabache y hermosa en su raza como una deidad africana. La negrita se le fue metiendo por los ojos. Nunca supo a ciencia cierta si lo buscaba o no. El asunto era que laveía aquí y allá, en sus trajines, con sus carnes cada vez más sólidas y abundantes, sin llegar a la exageración, pero sí atractiva, acompañada por un rostro de porcelana oscura, labios pulposos y mirada ingenua. ¿O es que se hacía la ingenua? Tal conjunto tendía a producirle una gran excitación. Un día, en el río, la vio bañarse completamente desnuda y pudo comprobar, a distancia, las promesasinimaginables que había en aquel magnífico cuerpo. La impresión fue tal que la muchacha penetró en sus sueños, en sus pensamientos más ocultos, al punto de que no pudo controlarse más y la buscó a orillas del río. Intentó persuadirla; pero ante su resistencia, se le echó encima, hasta hacerla suya, entre gritos, arañazos y sollozos, disfrutando el dominio de aquella gata salvaje. Todo iba saliendobien hasta que una piedra golpeó donde no debía. Fue en la sien, rodaban sobre el suelo. Un gemido fue lo último que salió de ella. Luego la sangre brotó a borbotones. La movió unas cuantas veces con resultados inútiles. Yanet se quedó quieta para siempre. Pasó unas horas tremendas, sin saber qué hacer con aquello, hasta que el capataz lo sacó del lío. Echó por ahí el cadáver. Después inventaronel cuento de que la muchacha se había ido con un enamorado que tenía en el pueblo. La guardia rural lo creyó. Sin embargo el haitiano no dio señales de ello. Sus ojos eran escrutadores y verdes, como los de un gato que parecían insinuar un reproche perenne. Lo mejor era salir del viejo también, que se fuera de allí. Le hizo las mejores ofertas, siempre recibiendo un "no", hasta que aquella noche elhaitiano dio indicios de ceder. Seguro que firmaría el contrato de venta, por lo que fuera, no importaba, él tenía bastante. Así, sobre los dos potros, se movían Baldomero Moliné y su capataz, Medardo, aquella noche cuando el cielo parecía sentirse cargado de agua y fuego, que no podía soltar, por la enorme pesadez del aire.
—Yo, en su lugar, volvía pa'trás, señor.
—¿Cómo se te ocurre?...
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