cuentos del diosero

Páginas: 110 (27356 palabras) Publicado: 18 de noviembre de 2013
LAS VACAS DE QUIVIQUINTA


Los PERROS de Quiviquinta tenían hambre; con el lomo corvo y la nariz hincada en los baches de las
callejas, el ojo alerta y el diente agresivo, iban los perros de Quiviquinta; iban en manadas, gruñendo a la luna,
ladrando al sol, porque los perros de Quiviquinta tenían hambre...
Y también tenían hambre los hombres, las mujeres y los niños deQuiviquinta, porque en las trojes se había
agotado el grano, en los zarzos se había consumido el queso y de los garabatos ya no colgaba ni un pingajo de
cecina...
Sí, había hambre en Quiviquinta; las milpas amarillearon antes del jiloteo y el agua hizo charcas en la raíz
de las matas; el agua de las nubes y el agua llovida de los ojos en lágrimas.
En los jacales de los coras se había acallado elperpetuo palmoteo de las mujeres; no había ya objeto,
supuesto que al faltar el maíz, faltaba el nixtamal y al faltar el nixtamal, no había masa y sin ésta, pues tampoco
tortillas y al no haber tortillas, era que el perpetuo palmoteo de las mujeres se había acallado en los jacales de los
coras.
Ahora, sobre los comales, se cocían negros discos de cebada; negros discos que la gentecomía, a
sabiendas de que el torzón precursor de la diarrea, de los "cursos", los acechaba.
-—Come, m`hijo, pero no bebas agua —aconsejaban las madres.
—Las gordas de cebada no son comida de cristianos, porque la cebada es "fría" —prevenían los viejos,
mientras llevaban con repugnancia a sus labios el ingrato bocado.
—Lo malo es que para el año que'ntra ni semilla tendremos —dijo EstebanLuna, mozo lozano y bien
puesto, quien ahora, sentado frente al fogón, miraba a su mujer, Martina, joven también, un poco rolliza pero sana
y frescachona, que sonreía a la caricia filial de una pequeñuela, pendiente de labios y manecitas de un pecho
carnudo, abundante y moreno como cantarito de barro.
—Dichosa ella —comentó Esteban— que tiene mucho de donde y de qué comer.
Martina rió conganas y pasó su mano sobre la cabecita monda de la lactante.
—Es cierto, pero me da miedo de que s'empache. La cebada es mala para la cría...
Esteban vio con ojos tristones a su mujer y a su hija.
—Hace un año —reflexionó—, yo no tenía de nada y de nadie por que apurarme... Ahoy dialtiro sernos
tres... Y con l´hambre que si´ha hecho andancia.
Martina hizo no escuchar las palabras desu hombre; se puso de pie para llevar a su hija a la cuna que
colgaba del techo del jacal; ahí la arropó con cuidados y ternuras. Esteban seguía taciturno, veía vagamente cómo
se escapaban las chispas del fogón vacío, del hogar inútil.
—Mañana me voy p'a caponeta en busca de trabajo...
—No, Esteban —protestó ella—. ¿Qué haríamos sin ti yo y ella?
—Fuerza es comer, Martina... Sí, mañaname largo a Acaponeta o a Tuxpan a trabajar de peón, de mozo,
de lo que caiga.
Las palabras de Esteban las había escuchado desde las puertas del jacal Evaristo Rocha, amigo de la casa.
—Ni esa lucha nos queda, hermano —informó el recién llegado—. Acaban de regresar del norte Jesús
Trejo y Madaleno Rivera; vienen más muertos d'hambre que nosotros... Dicen que no hay trabajo por ningún lado;las tierra están anegadas hasta adelante de Escuinapa.,. ¡ Arregúlale nomás!
—Entonces... ¿Qué nos queda? —preguntó alarmado Esteban Luna.
—¡Pos vé tú a saber...! Pu'ay dicen quesque viene máiz de Jalisco. Yo casi no lo creo... ¿Cómo van a
hambriar a los de po'allá nomás pa darnos de tragar a nosotros?
—Que venga o que no venga máiz, me tiene sin cuidado orita, porque la vamos pasandocon la cebada, los
mezquites, los nopales y la guámara... Pero pa cuando lleguen las secas ¿qué vamos a comer, pues?
—Ai'stá la cuestión... Pero las cosas no se resuelven largándonos del pueblo; aquí debemos quedarnos ...
Y más tú, Esteban Luna, que tienes de quen cuidar.
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Francisco Rojas Gonzalez, El Diosero Las vacas de Quiviquinta
Aportación: Profr.Gabriel Hurtado Cen....
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