Cuentos galeano
Fernando Silva dirige el hospital de niños en Managua.
En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde.
Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegosartificiales a iluminar el cielo,
cuando Fernando decidió marcharse. En su casa lo esperaban para festejar.
Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo queda en orden,
y en eso estaba cuandosintió que unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón;
se volvió y descubrió que uno de los enfermitos le andaba atrás.
En la penumbra lo reconoció. Era un niño que estaba solo.
Fernandoreconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá pedían permiso.
Fernando se acercó y el niño lo rozó con la mano:
-Decile a... -susurró el niño-
Decile aalguien, que yo estoy aquí.
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Celebración de la fantasía
Fue a la entrada del pueblo deOllantaytambo, cerca del Cuzco.
Yo me había despedido de un grupo de turistas y estaba solo,
mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo,
se acercó a pedirmeque le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía,
por que la estaba usando en no sé que aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano.
Súbitamente, secorrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían,
a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío, pieles de cueroquemado:
había quien quería un cóndor y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas y no faltaba los que pedían un
fantasma o un dragón.
Y entonces, en medio de aquel alboroto, undesamparadito que no alzaba mas de un metro del suelo,
me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca:
-Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima -dijo
-¿Y anda bien? -le pregunté...
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